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Vaclav Havel, presidente de la nueva Checoslovaquia

Berna González Harbour

Vaclav Havel, de 53 años, dramaturgo perseguido y encarcelado por el régimen comunista checoslovaco, se convirtió ayer en el nuevo presidente de esta República, integrante del Pacto de Varsovia. Su nombramiento cierra en Checoslovaquia la página de una revolución que logró tumbar el monopolio comunista en el país, y abre la puerta a la celebración de unas elecciones libres en 1990. El año se cierra en Praga con un presidente que unió en un consenso nacional los apoyos de comunistas, de la Iglesia, del Foro Cívico y de los estudiantes.

"Juro por mi honor y mi conciencia la fidelidad a la República Socialista de Checoslovaquia. Procuraré el bienestar de la nación y las etnias que viven en ella, cumpliré mis deberes de acuerdo con la voluntad del pueblo y en interés del pueblo, respetaré la Constitución y las demás leyes". Con estas palabras, seguidas del himno nacional checoslovaco, juró ayer su cargo Vaclav Havel ante la Asamblea Federal (Parlamento) y el Gobierno.Del texto quedó excluida la promesa de "fidelidad a la causa del socialismo", eliminada de la Constitución el jueves.

El nuevo presidente de Checoslovaquia, que ha manifestado su intención de permanecer en el cargo sólo hasta la celebración de elecciones libres, ha agrupado un consenso sin igual en todos los países del Este que han iniciado la reforma democrática.

Desde el primer ministro, el comunista Marian Calfa, hasta el máximo representante de la Iglesia Católica en Checoslovaquia, cardenal Francisek Tomasek, los grandes líderes del país han apoyado a un Havel de fuerte carisma, discreto pero combatiente.

" Sólo un hombre con ese crédito moral es capaz de garantizar la soberanía nacional en momentos tan agitados", manifestó Calfa al proponer a Havel como presidente.

"Como un prisionero de conciencia, ha soportado dignamente humillaciones, vivir al margen de la sociedad, condenado por el poder. Sólo para seguir viviendo junto a su pueblo. Se ha convertido en uno de los nuevos arquitectos de los nuevos ideales", continuó el primer ministro, mientras Havel esperaba fuera del recinto la votación para entrar a jurar el cargo de jefe del Estado.

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Y con unanimidad aplastante, los diputados de la Asamblea Federal, que reúne a las dos Cámaras (Popular y de las Naciones), apoyaron la candidatura de Havel. Comunistas hasta hace un mes, miembros del régimen estalinista y autoritarió de Milos Jakes, ex secretario del Partido Comunista Checoslovaco (PCCh) alzaron su brazo a favor de un hombre que salió en la pasada primavera de su última temporada en prisión. La votación fue a mano alzada, por exigencia de la oposición, y no mediante voto secreto como hasta ahora.

Son la mayoría, en un Parlamento que no ha renovado más que 24 escaños en el último mes y que se: han repartido entre la oposición democrática -sólo uno fue a los comunistas-, los que ahora votan a favor de unas reformas que no promovieron y que persiguieron las dos últimas décadas. Pero es el pueblo el que más celebraba ayer la llegada por primera vez en cuatro décadas a la presidencia de un no comunista.

Los estudiantes concluyeron ayer la huelga iniciada después de la brutal represión del pasado 17 de noviembre, al reconocer la ya clara irreversibilidad del proceso democrático, con el nombramiento de Havel y la entrada en prisión de Miroslav Stepan, -responsable directo de aquella represión.

El papel de Dubcek

El cardenal Tomasek abrazaba emocionado al carismático jefe de Estado. "Estamos aquí para dar gracias a Dios por la gran esperanza que se ha abierto estos días. Yo os pido que todos juntos y con fé sigamos por esta senda", dijo el cardenal, cuyo apoyo al Foro Cívico en los días previos a la caída de la cúpula comunista fue definitivo.

Alexander Dubcek, secretario del partido comunista durante la primavera de Praga de 1968, apoyó también a Havel en cuanto presidente del Parlamento checoslovaco. Dubcek fue elegido el pasado jueves con el voto unánime de las dos Cámaras.

El líder de aquel socialismo llamado de rostro humano reprimido entonces por los carros de combate y las tropas de cinco países del Pacto de Varsovia -con la excepción de Rumanía y la neutralidad del propio Ejército checoslovaco- asume con su elección al frente de la Asamblea Federal un papel que le restituye en la vida política después de 21 años de aislamiento y persecución.

De la carcel al júbilo popular

Las campanas al vuelo de la catedral de San Vito en la parte más bella de Praga, las 20 salvas de artillería estallando en el aire y los aplausos y lágrimas de esa multitud de checoslovacos reunidos ayer en el Castillo para dar la bienvenida al nombramiento de Havel como presidente, celebraron el carisma de un hombre por fin premiado.Es la victoria de un pueblo que vio triunfar su revolución en 10 días, que vio asomarse al balcón del Castillo a un símbolo de la represión en lugar del represor. Havel salió por última vez de la cárcel en primavera. Sin huir jamás al extranjero, siempre al triste pie del cañón, defendió en sus escritos como dramaturgo y ensayista los principios reprimidos por el duro estalinismo. Tres veces fue encarcelado. En total, cinco años en prisión.

Havel sufrió persecución casi desde su infancia. Apren diz en un laboratorio químico, tuvo que dedicar las noches a sacar el bachillerato ante la prohición de estudiar al proceder de una antigua familia de empresarios. Era 1951.

Tampoco pudo cursar estudios universitarios en Humanidades. Por eso se convirtió en un autodidacta. Después empezó a escribir. Y a publicar. Con Las fiestas del jardín, en 1963, empezó a ser protagonista de un movimiento que culminó en 1968 con ese experimento de socialismo distinto, la primavera de Praga, que los defensores del socialismo real no permitieron. Y así llegaron la persecución, la prohibición de publicar, las rejas. Y Havel siempre en la brecha. Fue promotor de la Carta 77, una iniciativa de disidentes que hoy es acta de principios del Foro Cívico.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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