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INVASIÓN EN PANAMÁ

"Seguro que le matarán"

Un periodista norteamericano aseguró a Noriega en 1988 que era el hombre más odiado en Estados Unidos. "¿Más que Gaddafi?", preguntó el general. Sí, fue la respuesta. Y el hombre fuerte de Panamá se echó a reir.Ha sido esta arrogancia, combinada con su astucia y crueldad, la que le ha incapacitado para enfrentarse con los continuos desaflos de EE UU en los últimos dos años y medio. En los días que precedieron a la invasión, Noriega se mostró temerario, como si tratara deliberadamente de provocar su propia caída. La Asamblea, elegida a dedo, declaró el estado de guerra a EE UU y nombró a Noriega máximo dirigente de Panamá. Después se quedó tranquilamente sentado mientras sus soldados disparaban a un marine y, supuestamente, secuestraban y sometían a malos tratos a un teniente de la Armada de EE UU y su esposa. Noriega no podía haber servido en bandeja un pretexto mejor para la invasión.

La escalada agresiva de¡ discurso de Noriega y la beligerancia de sus tropas demostraban que los acontecimientos estaban fuera de control en Panamá. Otras pruebas señalan que también el dictador estaba perdiendo el control: los soldados estadounidenses encontraron, al parecer, en varios de sus refugios fotografías de Hitler, colecciones de pornografia, armas sofisticadas y más de 50 kilos de cocaína.

Máxima precaución

Su locura se hizo evidente tras el fallido golpe de Estado de marzo de 1988. Circularon informes sobre su terrible afición a la bebida. Después de las elecciones presidenciales de mayo, se negó a dormir en el mismo lugar dos noches seguidas y su obsesión de ser envenenado le llevó a comer tan sólo los alimentos preparados por la madre de su amante.

Tras el segundo intento de golpe de Estado, en octubre, Noriega envió a docenas de oficiales a la cárcel o al paredón, ahondando las tensiones en los cuarteles. Sus seguidores afirman que ya en diciembre cayó en una profunda depresión, cuando llegaron informes sobre que Bush preparaba un nuevo plan para deshacerse de él.

Para condenar a Noriega, los fiscales tendrían que fiarse de los testimonios de otros dos convictos que quieren lograr una reducción de penas. La relación de Noriega con la CIA podría bloquear cualquier avance en el proceso. Sus abogados han solicitado acceso a material reservado y el Gobierno tratará de impedirlo, una táctica que resultó provechosa en el caso del Irangate.

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Richard Gregorie, el ex ayudante del fiscal de Miami advierte: "Noriega debería tener la oportunidad de decir que recibía dinero de la CIA y prodría demostrarlo con documentos". En primer lugar, sin embargo, Noriega debe ser encontrado. Un funcionario del Departamento de Estado afirmó que Michael Kozak asesoró al Gobierno de Endara e intentó negociar la rendición de Noriega. Pero como dice el abogado Raymond Takiff, "seguro que le matarán y no podrá ser capturado".

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