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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Volver a empezar

CON LOS mejores augurios, Gobierno y sindicatos han reabierto el diálogo social -abruptamente interrumpido por la huelga del 14-D- después. de cinco años de haberlo mantenido en hibernación bajo una espesa capa de descalificaciones, y en medio de un enrarecido clima de mutua desconfianza y de sospechas. De creer a los protagonistas, el reencuentro del presidente del Gobierno con los secretarios generales de UGT y CC 00, y con el presidente de la CEOE abre serias posibilidades para que la concertación social encuentre, finalmente, vías operativas, lejos de recelos y de posiciones dogmáticas y numantinas.Según la portavoz del Gobierno, Rosa Conde, en el nuevo proceso de diálogo social "nada está vetado, nada está cerrado, todo puede debatirse". Nicolás Redondo y Antonio Gutiérrez no han dudado en reconocer que han encontrado un presidente del Gobierno más flexible y receptivo -tanto en los temas de fondo como en la forma de la negociación- que en anteriores ocasiones. La pregunta que hay que hacerse es por qué ahora parece factible lo que hace tan sólo un año llegó a convertirse en un auténtico caso de guerra entre Gobierno y sindicatos. Junto a las razones de fondo sobre la conveniencia del diálogo social en las sociedades democráticas desarrolladas, existen otras coyunturales, pero también de indudable peso, que hacen más urgente que nunca la paz social.

A la amarga resaca dejada por el 14-D ha sucedido una situación política más precaría, fuertemente condicionada en estos momentos por los resultados de unas elecciones -en Murcia, Pontevedra y Melilla- en las que están en juego 19 escaños de diputados; una situación económica que sigue boyante en sus magnitudes macroeconómicas, pero necesitada de fuertes medidas de ajuste para controlar la inflación y el desorbitante déficit comercial; y el desafio cada vez más cercano del mercado -único europeo. A ello hay que añadir la situación desairada en que quedaría el Gobierno si rechazase un diálogo ya asumido por la patronal y por algunas comunidades autónomas, como la de Madrid, gobernadas por socialistas.

Pero, al mismo tiempo, es razonable pensar que la huelga del 14-D no fue en balde y que, desde entonces acá, Gobierno y sindicatos han tenido tiempo para reflexionar. El enfrentamiento con los sindicatos ha supuesto a los socialistas una paulatina reducción de su base social, pero, a la vez, el considerable apoyo electoral con que todavía cuentan ha debilitado el empeño de los sindicatos de poner en cuestión globalmente la política económica del Gobierno. Desde esta perspectiva es irrelevante, aunque pueda parecer contradictorio, que los mismos protagonistas gubernamentales de los desencuentros anteriores, y muy particularmente el ministro de Economía y Hacienda, Carlos Solchaga, sean los que ahora tienen en sus manos la tarea de recomponer el diálogo social con los sindicatos. Ello hasta podría ser una garantía para el éxito de las negociaciones, si las experiencias pasadas les ha servido para aprender de los errores y conocer mejor a sus interlocutores, echando por la borda prejuicios infundados respecto de sus verdaderas intenciones.

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-Y esto vale igualmente para los sindicatos. La tozudez con que en el pasado hicieron cuestión de principio de ciertas reivindicaciones y su empeño en relacionar unos temas con otros han dado paso a una mayor flexibilidad en el método. Por otra parte, la posibilidad de que también el Gobierno pueda poner sobre la mesa cuestiones propias de indudable repercusión social, como la regulación legal de la huelga, puede servir para dinamizar la negociación en su conjunto. En este sentido, la Plataforma sindical prioritaria, que recoge el grueso de las reivindicaciones sindicales, contiene también interesantes propuestas de autorregulación de los conflictos laborales, que pueden constituir una respuesta responsable de los sindicatos a un problema que afecta cada vez más negativamente a la vida de los ciudadanos. En todo caso, y aunque es pronto todavía para echar las campanas al vuelo vistos los antecedentes, parece que en esta ocasión existe mayor interés en que el diálogo iniciado culmine en acuerdos tangibles y duraderos.

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