La tercera potencia del mundo
El imperio deportivo de la R.DA se tambalea por un lado imprevisto. Han sido los propios ciudadanos alemanes los que han decidido cuestionar un sistema que había levantado la admiración, las dudas y también la envidia en Occidente.
En apenas 20 años, la RDA se ha colocado entre las tres grandes potencias deportivas del mundo. Su imparable ascensión puede interpretarse como un milagro, si no se atendieran a las razones políticas y propagandísticas que han alentado este descomunal desarrollo. La RDA es un pequeño país de 17 millones de habitantes, nacido del reparto político que siguió al final de la segunda guerra mundial.La eficacia de su sistema deportivo ha sido formidable. Desde México, la RDA ha conseguido 519 medallas en los Juegos Olímpicos. Sólo la URSS, con 774 medallas, y Estados Unidos, con 624, superan esta cifra. La diferencia de población entre los dos colosos y el pequeño país centroeuropeo es sólo uno de los datos que avalan la precisión y el rigor del método de la RDA.
El secreto del éxito radica en la extraordinaria preocupación del gobierno por el deporte de alta competición, en perjuicio de necesidades sociales más básicas. El carácter propagandístico ha impregnado cada una de las demostraciones de fuerza de los atletas de la RDA. En cada gran competición, este pequeño país ha cantado la gloria de su modelo deportivo y político. Cada victoría era la derrota, y por tanto la debilidad, de los métodos occidentales.
Sin embargo, ahora se- sabe que detrás del monumental éxito de la RDA se escondía un deplorable patio trastero. Las huídas a Occidente de algunos de sus grandes mitos -caso de Kornelia Ender o Roland Matthes-, las acusaciones internas de prácticas abominables de doping, los privilegios de los atletas frente a las necesidades de la población, la corrupción y el abuso de los dirigentes y, por encima de todo, la repulsa de una sociedad indignada, amenaza con dinamitar un modelo deportivo que ha asombrado al mundo.
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