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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Respuesta española

En este cuadro general, la sociedad española corre el peligro de caer en el desconcierto. España acaba de integrarse en una Comunidad cuyas líneas de desarrollo ya trazadas resultan desbordadas por las nuevas realidades procedentes del Este. Es más, España ha hecho un enorme esfuerzo en términos intelectuales, de moral colectiva, de contrapartidas económicas y de disposición a la cesión de parte de su soberanía, y ahora puede cundir en algunos sectores la sensación de que ese esfuerzo ha sido baldío.El sentido común aconseja reaccionar de otra manera. Si las nuevas realidades están desbordando los esquemas previos, lo que se requiere es un nuevo talante para afrontarlas. Si la centralidad actual de los problemas del Este coloca de facto a España en una posición más periférica que hace unos meses, ello no debe reducir nuestras posibilidades de actuación. Hay que acompañar, con nuestra propia posición, a los países que tratan de intensificar por distintas vías la construcción de una Europa unida. Y esto es lo que está intentando, hacer el presidente de Gobierno: acompañamiento con el designio de reforzar los aspectos de esa construcción en que España tiene un interés especial, el de acelerar la cohesión Norte-Sur dentro de la CE (y, por tanto, la progresiva importancia de los fondos estructurales) y evitar que la preocupación por el Este europeo sea perjudicial para las relaciones con otras zonas como América Latina.

Junto a ello, se necesita una respuesta más operativa. No es la primera vez que la lenta maquinaria de la Administración española reacciona sesteando ante las nuevas oportunidades de la coyuntura internacional: cuando acabó la guerra Irán-Irak, las delegaciones comerciales españolas fueron prácticamente las últimas en acudir a cooperar -en provecho ajeno y propio- en la reconstrucción de esos países, a años luz de la velocidad de respuesta de países, por ejemplo, como Italia. ¿No ofrece acaso la nueva coyuntura europea una nueva oportunidad, incluso para países de tecnología media, de recursos financieros medios, de potencia mediana, de industria manufacturera mediana como España? La hay, a condición de que los estamentos de reflexión y de acción, el sector público y el privado apuesten por la imaginación, por elaborar estrategias humildes, pero no mediocres, y por estar permanentemente apasionados por lo nuevo.

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