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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Elecciones en Nicaragua

EL INICIO oficial de la campaña electoral en Nicaragua, que concluirá el 25 de febrero próximo, ha permitido medir sus fuerzas a dos opciones claramente preponderantes: el Frente Sandinista para la Liberación Nacional (FSLN) y la Unión Nacional Opositora (UNO), con la presencia, todavía anecdótica e irrelevante, del viejo mito Edén Pastora. Existen otros partidos y otros candidatos, pero la mayor dificultad de esta campaña electoral no va a ser la dispersión, ni la sopa de siglas; hay dos proyectos del país perfectamente reconocibles e identificados en otras tantas opciones para el millón y medio de nicaragüenses inscritos para votar.Las implicaciones que estas elecciones tienen en el desarrollo de los acontecimientos en Centroamérica, así como la evidente involucración de Estados Unidos y, en general, el interés mundial por los comicios, le dan a la fecha del 25 de febrero un carácter de acontecimiento internacional. Pero este aspecto, con ser significativo, no debe hacer olvidar que las elecciones de Nicaragua son, primero y fundamentalmente, un fenómeno interno, condicionado a circunstancias nacionales y que permitirán -y esto hay que anotarlo en el haber de los sandinistas- el perfeccionamiento de su sistema democrático. Negar de antemano la limpieza de los comicios o condicionarla a la victoria de uno de los dos principales candidatos sólo puede enturbiar el proceso. En Nicaragua se ha abierto la contienda democrática entre dos fuerzas que tienen argumentos suficientes para convencer al electorado sin necesidad de intromisiones extranjeras.

La UNO, pese a la diversidad de las fuerzas que la integran -desde comunistas hasta conservadores-, ha conseguido hasta ahora ofrecer una imagen de coherencia sobre un programa elemental: poner fin al sandInIsmo y traer al país el capital extranjero suficiente para salir de la miseria. La candidata Violeta Chamorro tiene, entre algunas carencias obvias, el valor de haber aglutinado hasta ahora a personajes políticos irreconciliables. Pensar que el apoyo de Estados Unidos convierte a esta candidatura en un puro invento norteamericano para continuar la guerra contra el sandinismo por otros medios es una postura maniquea. La UNO cuenta, como ha demostrado hasta ahora en las manifestaciones celebradas, con seguidores de todas las clases sociales. Es, ciertamente, la opción de la pauperizada clase media, del empresariado y del campesino con tierras, pero es también la esperanza de quienes creen que se necesita un cambio para que Nicaragua salga de la hecatombe económica actual.

No obstante, y mientras las urnas no digan otra cosa, la primera fuerza política del país sigue siendo el FSLN. En estas elecciones no sólo va a tener que luchar contra la UNO, sino contra el lógico desgaste de 10 años de gestión en las peores circunstancias que Gobierno alguno haya tenido que enfrentar en las últimas décadas. Víctima de un acoso cruel por parte de Estados Unidos, el FSLN ha tratado de sacar adelante el país en medio de una guerra alimentada por la primera potencia mundial, de un bloqueo económico y del hipercriticismo de quienes se suponía que mejor les entendían: los países europeos y latinoamericanos.

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En estas circunstancias es casi un milagro que hoy estemos en vísperas de un proceso electoral en Nicaragua. En muchos momentos de esta década, los sandinistas han tenido razones suficientes para cerrar los espacios políticos y declarar un estado de guerra. Su habilidad y la terquedad con que defendieron su proyecto quedarán en los anales de la historia de ese país.

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