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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La utopía posible

ALGO MÁS de la tercera parte de los electores suizos se ha pronunciado el pasado fin de semana en favor de la abolición del Ejército en su país. Pero mucho más significativo que el resultado es el hecho de que el referéndum haya llegado a celebrarse.En Suiza, un país de complejo entramado constitucional, el recurso al referéndum es frecuente: 43 iniciativas en los últimos 18 años. El celebrado ahora corresponde a una propuesta planteada hace tres años por grupos pacifistas y partidos de extrema izquierda que consiguieron recolectar más de 100.000 firmas -mínimo exigido por la ley- en favor de la consulta. La redacción propuesta establecía no sólo la supresión del Ejército, sino la prohibición de cualquier práctica de instrucción militar en el ámbito cantonal o local y la proclamación de que Suiza llevaría una política global de paz.

Tres de cada 10 ciudadanos se han pronunciado por ese cambio radical en un país con fuertes sentimientos nacionalistas y que tradicionalmente ha ligado su neutralismo a la existencia de un poderoso ejército compuesto por 600.000 hombres -para una población de menos de siete millones de habitantes-, caracterizado, además, por la participación temporal en él de todos los varones de edades comprendidas entre los 20 y los 50 años. El Gobierno ha anunciado, a la vista de los resultados, la constitución de una comisión parlamentaria que estudiará eventuales reformas en el funcionamiento de sus Fuerzas Armadas. De sondeos celebrados en vísperas de la consulta se deduce que un sector significativo de la población, incluyendo buena parte de los partidarios de mantener el Ejército, defiende una reducción del tiempo de permanencia en filas y otras reformas, como la de relacionar más estrechamente a las Fuerzas Armadas con los servicios de protección civil. De otro lado, el 50% de los suizos es partidario de reducir los gastos de defensa, que absorben actualmente, según los grupos pacifistas, el 20% del presupuesto nacional.

Sin duda, factores muy peculiares de la historia y de la configuración política de la Confederación Helvética han sido determinantes en el hecho de que algo tan insólito como un referéndum sobre el propio Ejército haya sido posible. Pero no por ello deja de ser significativo. En dos sentidos. Por una parte, refleja los cambios que en la mentalidad subjetiva de la gente ha provocado el acelerado cambio del escenario internacional. En 1956, una iniciativa similar fue finalmente retirada por sus propios impulsores a consecuencia de los acontecimientos producidos en el otoño de aquel año en Hungría. Por otra, esta experiencia indica que lo que en un momento dado se percibe como utópico, puede dejar de serlo en breve plazo. Algunas de las iniciativas del movimiento pacifista eran vistas hace apenas una década como sueños pueriles de una minoría de jóvenes ingenuos. Ahora, cuestiones como la reducción del servicio militar o la reforma en profundidad del mismo forman parte de los programas de los partidos parlamentarios en países como España, sin ir más lejos. La posibilidad de un futuro civil y civilizado de la humanidad existe. Dicho sea en homenaje a quienes a mediados de los setenta relanzaron, entre la incomprensión de los partidos y la indiferencia de la mayoría, los ideales del pacifismo activo.

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