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Tribuna:HACÍA UNA NUEVA EUROPA
Tribuna
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Sitiados por la democracia

Los regímenes en agonía cometen todos los errores. Los desesperados esfuerzos de los regímenes inmovilistas del comunismo más represivo por sustraerse al vendaval de reformas democráticas que atraviesa Europa oriental adquieren visos grotescos. En algunos casos son también criminales. Son ya, sin excepción, inútiles.Mientras la República Democrática Alemana y Bulgaria enfilan la senda tomada por la URSS, Polonia y Hungría, dos regímenes, en Praga y Bucarest, parecen haber decidido morir matando. Erich Honecker cayó el 18 de octubre, Todor Yivkov el 9 de noviembre. Han tenido un cese ignominioso, insultados ya por sus antiguos camaradas y acusados de cometer delitos y desafueros. Nadie puede descartar ya que, si no mueren pronto, tengan que comparecer ante los tribunales.

Se acabó ya el ganar tiempo de los dinosaurios del marxismoleninismo en la esperanza de que Mijail Gorbachov fracasara y todo volviera a sus cauces. No hay forma de volver atrás. No lo permite la economía, destruida en todos los países del Este por el dictado ideológico y la incompetencia de los líderes en este gran sistema de selección negativa que es el socialismo real. Pero sobre todo no lo permite ya la población. Gorbachov les ha quitado el miedo a alemanes orientales, checos, eslovacos y búlgaros y les ha ayudado así a deshacerse de sus líderes corruptos, incompetentes y arrogantes.

El estado de postración absoluta de la economía ha obligado a los cambios pero también los dificulta. La Comunidad Europea decidió finalmente el sábado en París ayudas concretas para los países más avanzados en el proceso de democratización. Son absolutamente necesarias para evitar una rápida desestabilización y fomentar las fuerzas del cambio en los demás Estados socialistas.

La situación es dramática y no sólo en Polonia. En Bulgaria las tiendas están ya también vacías. Si la situación sigue empeorando, algun día una población desesperada puede recurrir a la violencia. Más de un padre de familia al este del Elba y en los Balcanes sueña con ahorcar líderes comunistas en farolas y semáforos por la responsabilidad en la misería y la falta de perspectivas en que se ven obligados a crecer sus hijos.

El sábado se llenaron las calles de Sofía de caricaturas de Yivkov con uniforme de presidiario. Lógico es que hechos como éste no inciten al cese a personajes como Milos Jakes y Stepan en Checoslovaquia o Nicolae Ceaucescu y familia en Rumanía. Los comunistas reformistas han antepuesto el patriotismo a sus intereses. Las poblaciones de sus países no los recompensan por ello y a medio plazo la mayoría de los reformistas más o menos radicales caen en la irrelevancia, superados por el proceso de cambios. Sin embargo, la historia sí les otorgará una mención de respeto por su importante papel en la transición pacífica.

No así a Honecker, Yivkov, Jakes -que será el próximo en caer- ni a Ceaucescu. Son los hijos de Stalin, restos de una casta que con las perversiones despóticas de su poder ha liquidado y desprestigiado definitivamente lo que en los albores de este siglo fue un proyecto emancipador. Si quedaba alguna duda ha quedado despejada en este histórico otoño en que han caído monumentos de la opresión como el muro de Berlín, la camarilla de Honecker y Ganther Mittag en la RDA, el anciano Yivkov y el gran jefe de la mafia policial, Dimitri Stoianov, en Bulgaria.

Ya es tarde

Ya es tarde para ellos. Jakes pudo hace tres años montarse en la ola de reformas. Ahora, tras la muerte de un estudiante en las calles de Praga, sus días están contados. El partido piensa en su supervivencia y se apresura ya a desmarcarse de Jakes, que antes que rendir cuentas por su gestión opresora en lo político e incompetente en lo económico está dispuesto a hacer correr la sangre. Pero igual que Honecker no pudo salvarse con la proyectada matanza el 9 de octubre en Leipzig, Jakes no sobrevivirá por quitarle la vida a palos a un veinteañero. Tiananmen no está en Europa. El respiro que se ganaron a tiros los líderes chinos sólo es ya posible muy lejos de esta Europa en ebullición de libertades.

Los policías checoslovacos agarraban el viernes a los jóvenes manifestantes por el pelo, les hacían alzar la cara y de un certero golpe con la porra les partían la nariz. No fueron casos aislados. Con Martin Smid se les fue la mano. Le dejaron muerto e irreconocible.

Triste paradoja

Es una triste paradoja que acontecimientos tan fascinantes como los que están en curso, que entrarán en la historia como la gran revolución democrática en Europa oriental, se vean empañados por la sangre de Smid y los delirios políticos de Ceaucescu. De aquí a unos años, Jakes no merecerá ni un pie de página en el relato de esta vertiginosa transformación de Europa. A Ceaucescu le cabe el dudoso honor de dejar una huella tal de destrucción que habrá de pasar mucho tiempo, quizá generaciones, antes de que quede borrada.

Ceaucescu quería convocar una conferencia internacional sobre el futuro del comunismo. Ni la actual dirección china se atrevió a participar en un foro sobre cuestión tan ociosa como tediosa.

En Bucarest ha comenzado el congreso del PCR. Ceaucescu será reelegido por aclamación. Estos entusiastas seguidores votarán en su día en favor de la expulsión de Ceaucescu del partido, la retirada y destrucción de todos sus retratos y monumentos y la detención de su familia.

Quizá haya que esperar a la muerte del septuagenario. Sabe que no puede contar con compasión. Sólo el poder absoluto le garantiza la supervivencia a él y a su familia. "Ya hay planes concretos en el partido para cuando muera. Su mujer, Elena, no estará muchos meses en el poder. Después correrá la suerte de la viuda de Mao Zedong o, peor, la de Clara Petacci (la compañera de Mussolini, ajusticiada junto a éste)", decía un funcionario comunista rumano recientemente.

Pero, dada la velocidad de los cambios, incluso es posible que a Ceaucescu no le dé tiempo a morirse antes de que el vendaval democrático acabe también con este último gran despotismo sobre suelo europeo.

Bucarest ha intentado completar un cupo medianamente digno de periodistas extranjeros, evitando que acudieran los profesionales vetados por hostiles. Los periodistas que llegaron a Bucarest se vieron despojados de sus materiales de documentación. Se supone que para fomentar su benevolencia hacia el régimen. Si no fuera porque 20 millones de rumanos sufren el despotismo y la miseria, el régimen de Ceaucescu sería materia ideal para una comedia bufa.

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