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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un espectáculo audaz

La parte esencial del decorado es humana. Un grupo de actores con gorro de mago, peluca de Harpo Marx y largo macferlan mueve grandes paraguas verdes, con lluvia incorporada. Irán llevando otros elementos: grandes abanicos de vedette con plumas verdes, que serán vegetación ordenada. Y más animación; una muchacha que es una fuente o un demonio que es una mesa de ajedrez, un espantapájaros, pieles de oso o de tigre que protestan... Son los demonios: o la multiplicación de uno que, en el refranero antiguo, llevó al vergonzoso a palacio, frase sobre la que Tirso construyó su enredo. En todo este teatro clásico que Marsillach ha ido recreando en su etapa de director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico hay esta inquietud por los elementos exteriores, por las fuerzas invisibles que dirigen la acción más de lo que pudiera hacerlo el libre albedrío, que era más bien la preocupación de los autores del Siglo de Oro.El decorado tiene otras muchas partes. Un buen número de paneles móviles, que forman paredes, cubos o figuras; por un lado ofrecen paisajes de cerámica; por el otro, espejos. Están también movidos continuamente por los servidores de escena. Se apagan y se encienden rasgos de neón; al final, en el apoteosis de los diablos, el escenario parece una distinguida barraca de feria o de circo moderno. Otras veces consigue los destellos del escaparate de una tienda de regalos y sus formas familiares.

El vergonzoso en palacio

De Tirso (le Molina (1621)Adaptación de Francisco Ayala. Intérpretes: Miguel Palenzuela, Ángel Amorós, Pablo Calvo, Leandro Dagó, Rafael Ramos de Castro, Resu Morales, Juan Gea, Blanca Apilánez, Fernando Guillén Cuervo, Aitana Sánchez-Gijón, Adriana Ozores, Joaquín Climent, etcétera. Coreografía: Elvira Sanz. Escenografía, vestuario e fluminación: Carlos Cytrynowski. Dirección: Adolfo Marsillach. Compañía Nacional de Teatro Clásico, 13 de noviembre.

Marionetas

El decorado de Cytrynowski, estrecho colaborador siempre de Marsillach en esta campaña, y sus trajes y sus luces son protagonistas de la función. El movimiento de todo está magistralmente creado por Marsillach, y esa maestría se ve principalmente en dos escenas largas: la de Serafina con Juana, la de Mireno con Magdalena. Raros momentos en que coquetería, picardía, pequeña astucia, amor disfrazado, timidez y audacia, juegos verbales salen adelante. Para todo lo demás de la demasiado larga acción, el procedimiento es el de una deshumanización, o una cosificación, de los personajes. Como si fueran marionetas, cada una apegada a su rictus escénico, de lo que se salvan mejor algunos actores -Juan Gea, Adriana Ozores- que otros -Aitana Sánchez-Gijón, entregada con gusto a la ñoñería- Probablemente el enredo original de Tirso no puede sugerir otra cosa a un director-creador como Marsillach que este esquema sobre el que tejer algo cómico y montar sus propios gags. La comedia original no pasó de ser juego, con sus simetrías, sus reglas de costumbres fijas, sus graciosos, la veleidad en el cambio de los grandes y la inevitable boda múltiple. Sus contemporáneos, a los que gustó mucho -en los corrales, después de un fracaso en la corte-, encontraron más motivos de risa que nosotros, aunque algunas frases y algunas zalamerías llegan muy directamente al público. El verso ni se intenta decir, ni siquiera cuando está puesto como pequeñas arias de lucimiento de los personajes. Ni la interpretación personal: decorados para actuar, actores para decorar. Del texto se aprovechan frases o pretextos para segundas acciones. La versión de Francisco Ayala es la característica de un respeto profundo al original: cambios de palabras hoy incomprensibles y muy pocas abreviaturas. Pero es más importante el subtexto.La polémica se ha hecho antigua en estos años y no vale la pena profundizar más en si un clásico debe ser así sumergido por otros valores o si, aun aceptando ese factor, es la Compañía Nacional de Teatro Clásico la que deba hacerlo. En cuanto al espectáculo, como es audaz de colores y formas, y de inventos, afectará al gusto de cada uno según éste sea capaz de recibirlo. En general, el público lo recogió muy bien y tributó sus ovaciones: la que pareció principal estaba dirigida al grupo mírnico de los señores con macferlan, con lo que parece admirarse la base coreográfica del espectáculo; y después, a Marsillach. Fue un éxito largo y sonoro, a pesar del cansancio de los tres actos, tres horas.

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