La gran Filarmonía de Londres

Una nueva visita de la Orquesta Filarmonía de Londres constituye algo de interés indudable. El valor de esta agrupación, que echó a caminar en 1945 bajo la dirección de sir Thomas Beecham, no ha conocido declive. Se trata de individualidades de altísimo nivel profesional que han hecho su carrera colectiva guiados por grandes batutas, desde la de Furtwaengler hasta la de Muti, pasando por Karajan, Cantelli, Klemperer y Giulini.

Versatilidad

Característica de la Filarmonía es su versatilidad estilística. Prácticamente es especialista en todos los autores y épocas, incluso cuando su director, actualmente el italiano Giuseppe Sinopoli, muestre unos raros conceptos en autores como Strauss y Mahler. Como si no tuviera otra finalidad que levantar, violentándolo incluso, el aplauso público, Sinopoli convierte la desolada y enormemente dramática Muerte y transfiguración casi en un pezzo di bravura dentro de unas dinámicas cuyos contrastes no dejan de sorprender. Pero ya era placer escuchar la calidad de todas las cuerdas y grupos instrumentales integrados en un bello y coherente sonido sinfónico.En la primera sinfonía de Mahler, Sinopoli mezcló los aspectos valiosos con los menos atractivos. Hubo claridad en la textura, escuchamos todas las líneas, nos entretuvimos con morosidad deambulando por todos los rincones de la gigantesca narración sonora. Tales posibilidades son de agradecer, pero el guía nos obligaba a verlo todo a su gusto y hasta se complació en adornar, con expresiones amaneradas, este detalle o aquel meandro. ¡Troppo, maestro! ¡Claro que, llegado el momento final, se abre la caja de los truenos, se acelera el movimiento y se da lo que por aquí llamamos un ¡Viva a Cartagena! Ahora bien, -hasta el viva sonaba tan empastado y potente, y hasta las diversas monerías nos llegaban en realización tan sutil, que el aplauso final, largo y entusiasta, tiene para mí su explicación: se llama Orquesta Filarmonía de Londres.