El idealismo razonado de Celibidache
El segundo programa de la Filarmónica de Múnich con Sergiu Celibidache despertó tanta expectación como el primero y no menor entusiasmo, lo que desde el punto de vista de la actitud del público constituye para el gran maestro un triunfo superior. Sobre Bruckner sólo unos pocos tienen, o creen tener, criterio propio; en cambio, sobre Verdi, Strauss o Brahins, sobre La fuerza del destino, Don Juan o la Sinfonía en do menor, todos poseen, o creen poseer, su visión particular, influida por la escucha frecuente, directa o grabada, de estos pentagramas.Celibidache no se ciñe, por supuesto, a modelo alguno, sino que responde a su análisis personal de los pentagramas. Personal no quiere decir, hay que subrayarlo, caprichoso, sino firmeza en la actitud contrastada, afianzada, meditada y vivida durante décadas. Sucede que Celibidache contradice no la verdad, sino su deformación, que tantas veces la sustituye.
Orquesta Filarmónica de Múnich
Director: S. Celibidache. Obras de Verdi, Strauss y Brahms. Auditorio Nacional. Madrid, 25 de octubre.
Su comprensión de La fuerza del destino rompe con las convenciones y rutinas para hacer de la obertura una verdadera síntesis instrumental de un argumento operístico que se torna, antes de que las voces retomen los temas en el transcurso de la representación, en significativo hecho teatral.
De ahí que ciertos ariosos canten largamente, en contraste con otros pasajes de más inquietante acción. Ese juego de las ideas/ personajes y de las ideas / afectos quedó hermosamente explícito en una interpretación incomparable.
La gran técnica narrativa de Ricardo Strauss parte, como comentara Debussy, "de un pensamiento por imágenes coloreadas" y un desarrollo arquitectural "por evolución de colores rítmicos".
En esto reside la más genial originalidad del gran sinfonista poemático, que supo sustituir el orden dramático por el narrativo, la estrofa por el párrafo, la norma (tantas veces horma) por la potencia vital, la confesión íntima de sus antecesores románticos por la casi impertinente autobiografía.
Celibidache nos hizo habitar los pentagramas de Don Juan desde un idealismo razonado, sorpresivo y magnífico, como si el maestro quisiera alcanzar la fantasía por la vía del puro teorema.
Perfección
No se comporta de distinto modo ante Brahms, aun cuando los supuestos sean diferentes. Ni en el hamburgués ni en Bruckner hay exceso de peso y densidad; tal afirmaron durante mucho tiempo los tópicos al uso.Todo lo contrario: se nos impone, con refinada perfección, la transparencia sonora y la movilidad dinámica, y las consecuencias son de un fabuloso lirismo resultante en los movimientos centrales o de una arquitectura potentísima en los tiempos extremos, porque cuanto sucede en el discurso y sus formas queda explicado y relacionado con perfección.
Ésta es la palabra clave para el arte de Celibidache: perfección en todo momento, en todo autor, en toda obra, en todas las medidas de la música como fenómeno inteligente y afectivo. Insistir sobre la calidad de los filarmónicos o las medidas del éxito me parece inútil cuando la audiencia en bloque se sintió, después de este concierto, más que vencida, convencida.
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