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Crítica:10º FESTIVAL DE JAZZ DE MADRID
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Identidad y etiqueta

Inaugurar un festival de jazz con la música de Wim Mertens parece tan sensato, pertinente y orientador para el público como dar la primera velada del Festival del Cante de las Minas al grupo de gaiteros y a un batallón de guardias escoceses o convocar una asamblea general del buen gusto con el reclamo de la década prodigiosa. El jazz y Wim Mertens tienen relaciones tan próximas como la gimnasia y la magnesia, y el músico belga ha argüido que "no tiene sentido hablar de diferentes tipos de música y mis conciertos tienen cabida en cualquier tipo de festival". Airear el fantasma de las etiquetas y los encasillamientos puede ser bueno, pero tal vez deba tenerse en cuenta que olvidar las identidades puede ser una terrible forma de etiquetaje.No es preciso padecer ninguna fiebre clasificatoria para advertir que la música de partitura y de disciplina de partitura de Wim Mertens nada tiene que ver con esa enorme área musical que hoy seguimos llamando jazz. Esta décima edición ha tenido su solemne acto inaugural con este concierto, y en la misma ciudad, en una pequeña sala, el aficionado al jazz podía convocarse a su propia inauguración del festival con el rotundo trío comandado por Don Pullen; era allí donde el jazz estaba.

Wim Mertens

Wim Mertens (piano y voz), Dirk Descheenmaker (clarinete y saxo soprano), Geofrey Maingart (violin), Eric Mertens (flauta y picolo), Luk Verdorik (fagot). Auditorio Nacional de Música. Madrid, 25 de octubre.

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Supertrío

Otro extremo es que Madrid le debiera un concierto a Wim Mertens, que se lo debía. La anterior comparecencia del músico se produjo en el marco de los Veranos de la Villa, y pudo dar la impresión de que Federico Fellini hubiera colaborado como guionista con la organización. El dios de los vientos soplaba, revoloteo de partituras, tambalear de atriles y toda una columna de sonido dando eco al viento. Entre los arreglos estuvo la aparición de un cuarteto de trabajadores, en riguroso mono azul, que a golpe de martillo clavaron los atriles al suelo del escenario.

Por ello parecía plausible que Mertens volviera a Madrid, donde tiene un público, en las condiciones que podía esperarse del Auditorio Nacional, pero aquí también hubo traca, explosiones en los micrófonos y acoplamientos. Mertens aguantó impecablemente los problemas de sonido de la primera parte y llegó triunfalmente hasta el final de su concierto, con varios turnos de bises y el entusiasmo con que los públicos distingue a sus artistas favoritos.

A lo largo del concierto Mertens y su grupo interpretaron las composiciones de su último disco, Motivos para componer, una música de difícil ejecución que el quinteto es capaz de lograr. Gustó mucho al público y quien escribe siente gran respeto por los que gustan mucho de la música. Como cronista de un festival de jazz, puedo confesar que he hecho repetidos intentos, en disco y en vivo, de apreciar la música de Mertens sin llegar a punto alguno; el viejo chiste del más despistado que sabio, en confusión de electrodomésticos, no sabía si había puesto en marcha el giradiscos o el aire acondicionado.

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