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Elecciones (Sin entusiasmo)

Durante las últimas semanas, mientras trataba de poner en orden mis ideas sobre la actual evolución política en España, tenía la esperanza de leer algún programa que realmente me entusiasmara. Las tonterías que se han dicho sobre algunas mujeres candidatas podrían inspirarme, por reacción, a apoyarlas con más fuerza de lo que sería capaz, sobre la base, simplemente, de sus aptitudes personales. Pero cuando recuerdo las esperanzas que se tenían en 1977 y en 1982, y cuando pienso en la tradición política y moral del PSOE, encuentro el panorama actual bastante desalentador.Sin embargo, la política cotidiana es el arte de lo posible, no la realización de sueños ideales. He tenido personalmente bastante experiencia administrativa como para saber que generalmente existe un gran vacío entre lo que uno piensa que se debe hacer y lo que en realidad uno puede hacer en una situación dada. Por tanto, sin chistes fáciles sobre nadie, trataré de resumir lo positivo y negativo de la actual situación y lo que tendría que esperarse de cada partido.

La gran fuerza práctica del actual Gobierno radica en que sus economistas comprenden las reglas en vigor, tanto las reconocidas como las que no lo están, del Mercado Común, el sistema bancario mundial, el control parcial de la inflación, las razones por las cuales los ricos transfieren sus capitales e invierten donde invierten, etcétera. Esto significa que la gestión económica de España es respetada por los Gobiernos de los países desarrollados, por los Gobiernos autónomos conservadores dentro de España y por los poderes fácticos, que nunca antes de 1982 soñaron que un Gobierno nominal de izquierda pudiera favorecer sus intereses. También explica por qué España constituye, en muchos aspectos, un modelo de transición esperanzadora para países tan distintos como Argentina y Venezuela, Polonia y Hungría.

Una gestión capitalista inteligente por parte del Gobierno del PSOE ha atraído mucha inversión extranjera y ha creado las condiciones adecuadas piara la implantación de muchas nuevas empresas españolas. Ha reducido de manera significativa, pero no suficiente, el problema del paro. Ha persuadido/ asustado a grandes sectores empresariales y profesionales para que paguen sus impuestos de manera tal que en ellos se reflejen sus beneficios. Éstos no son logros despreciables; sin embargo, no los suficientes para satisfacer lo que esperaban millones de votantes de un PSOE con mayoría absoluta.

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El Gobierno también ha logrado progresos moderados en lo relativo a la plaga del terrorismo. No se trata de que ETA haya perdido su capacidad de matar frecuente y espectacularmente, pero se la ha ido aislando cada vez más de las simpatías de la mayoría vasca con la política de cooperación debida tanto a los partidos vascos (a excepción de HB) como al Gobierno del PSOE. También hay importantes logros culturales que deben ponerse en la balanza: nuevos museos de arte bien

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iluminados; la gestión del legado de Dalí; el acuerdo entre el Gobierno central y el autónomo para la construcción de un nuevo auditorio de música en Barcelona; la perspectiva, después de años de espera, de que el monopolio estatal de televisión llegue a su fin.

Del lado negativo quisiera hacer hincapié en que todas las formas de devastadoras crisis ecológicas se imponen rápidamente sin que el Gobierno tome las medidas de emergencia necesarias después de las inundaciones, los incendios forestales, etcétera. Como he escrito y dicho frecuentemente sobre estos problemas, no puedo hacer otra cosa, en este artículo preelectoral, que mencionar los numerosos problemas importantes que no han sido resueltos: leyes que harían que los incendios forestales no beneficiaran a nadie; control de la evacuación, en ocasión de lluvias torrenciales, de urbanizaciones y autopistas que han convertido en suelo desértico cientos de miles de hectáreas; control de las aguas residuales de manera que nadar en el Mediterráneo no signifique coger una otitis; seguridad en los abastecimientos de agua y rutas de evacuación en la proximidad de las plantas nucleares; control de los gases tóxicos que despiden las plantas químicas; una erradicación de la peste equina real y no verbal en el Sur y de la perineumonía en Castilla y León; el transporte de agua desde las montañas del Norte a las provincias del centro y el Sur, donde los problemas de escasez son constantes y se incrementarán en los próximos años.

En lo referente a las infraestructuras, se ha procedido de una manera totalmente inadecuada: escasez de carreteras y servicios públicos en zonas donde se ha producido un nuevo aumento de población; carencia de teléfonos en todas partes; falta de nuevos servicios en aeropuertos y ferrocarriles, de escuelas y hospitales. El Gobierno ha decidido, sin informar prácticamente a la opinión pública, invertir billones en un espectacular tren de alta velocidad (TAV) que beneficiará a la exposición de Sevilla de 1992, mientras impedirá que el resto de la red de transporte tenga un buen mantenimiento y se expanda de una manera adecuada.

Como descendiente espiritual de Pablo Iglesias y Julián Besteiro, me siento mal cuando leo que el presupuesto para la investigación en temas militares será en 1989 mucho mayor que el asignado a las ciencias civiles, y cuando recuerdo los numerosos casos de empresas privadas que embarcaron sin dificultades armas para Irán e Irak, y cuando leo declaraciones oficiales que ponen de manifiesto su satisfacción por la venta, por parte del Gobierno, de armas a Turquía y a Marruecos. El realismo a la Reagan, a la Deng o a la Mitterrand ha triunfado realmente en España con el Gobierno del PSOE.

Habiendo considerado lo positivo y negativo, me pregunto qué debe esperarse de los distintos partidos que presentan las listas para la elección de las Cortes. ¿Podrían el PP y el CDS tratar los problemas ecológicos y de infraestructura mejor que el PSOE? ¿Sería alguno de ellos más sensible a los embarques de armas y a la especulación con las viviendas? Su actitud en los gobiernos municipales y autónomos no indica ninguna evidencia de que lo harían. Izquierda Unida e Iniciativa per Catalunya hacen las mismas críticas que hago yo (y muchas más). Sin embargo, están divididos por rivalidades personales, exclusivistas y, aparentemente, incluso sexistas, por lo cual no los veo como una coalición gobernante creíble.

En lo que respecta a las autonomías regionales, la verdadera opción en Cataluña es entre Convergéncia y el PSC. La primera pone en práctica una combinación de victimismo en las relaciones bilaterales con el Gobierno central y una disposición a colaborar con el Gobierno económicamente conservador del PSOE, si éste pierde la mayoría absoluta mientras, sotto voce, alienta la demagogia independentista.

El PSC presiona para que el Gobierno central haga una mayor inversión financiera y cultural en Cataluña y para lograr que el Estado se vaya convirtiendo de manera gradual en una federación. La posición del PSC me parece a mí la más preferible, tanto en términos de honestidad política como de posibilidades a largo plazo de la región y el Estado.

Para concluir, me gustaría aclarar que soy un residente que paga impuestos en Barcelona, con un compromiso de por vida con la democracia española, pero un ciudadano que vota en Estados Unidos.

Gabriel Jackson es historiador. Traducción: C. Scavino

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