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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La doble verdad

LA REGRESIÓN que caracteriza la situación política china después de la represión del movimiento democrático de mayo se manifiesta en todas las esferas, pero sobre todo en las universidades. Las noticias que llegan de éstas parecen de otra época. Vigilancia policiaca, adoctrinamiento político con la obligación de aprender de memoria textos oficiales contra las manifestaciones de Tiananmen y autocríticas públicas en las que los universitarios tienen que reconocer que han sido engañados y proclamar su recuperada fe en la actual dirección del Partido Comunista dan la tónica de la actual vida académica.Persecuciones más o menos semejantes tienen lugar en otros sectores considerados peligrosos porque en ellos han penetrado las ideas democráticas. A los funcionarios se les obliga a rellenar largos interrogatorios para que expliquen cuál fue su actitud durante los acontecimientos de mayo. Se fomentan las delaciones. El resultado de estos métodos es que se generaliza la práctica de la doble verdad. El estudiante -u otro ciudadano- hace su autocrítica repitiendo lo que le exigen que diga, y sigue pensando más o menos igual que antes. Es un terrible paso atrás para el régimen: los estudiantes de Tiananmen ansiaban dialogar con el Gobierno, aunque fuese para criticarle; ahora la dirección está totalmente aislada de la juventud.

Pero en esa dirección, replegada en un autoritarismo duro, siguen las luchas internas. El sector más conservador del veterano Chen Yu, partidario de un retorno a la centralización total, levanta cabeza. Ciertos periódicos piden el control de las haciendas campesinas familiares y la limitación de las empresas individuales en las ciudades, que son el sector más dinámico de la economía. Se critica la importación de tecnología extranjera. En una palabra, se perfila un ataque de los ultraconservadores contra lo esencial de la reforma de Deng Xiaoping desde 1978. Quizá esto explique el que Deng Xiaoping haya evitado una liquidación de los reformistas llevada hasta el fin. En concreto, el antiguo secretario general, Zhao Ziyang, después de haber sido acusado como cómplice de la contrarrevolución, no ha sido juzgado ni condenado. El problema de fondo es que Deng Xiaoping definió, después del aplastamiento de las manifestaciones de Tiananmen, una línea irrealizable: cerrojazo a la reforma política, pero continuación de la reforma económica. De hecho, el nuevo clima político alienta el retorno a las prácticas más perniciosas del centralismo, del burocratismo, de la injerencia del partido en la economía, con sus secuelas de incompetencia, estancamiento y corrupción. Es una amenaza grave para los serios avances económicos realizados por China en los años ochenta.

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