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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un honor compartido

POR VEZ primera, la Academia Sueca acaba de conceder el Premio Nobel de Literatura a un novelista español. Es el quinto escritor de nuestro país que lo obtiene, después de dos dramaturgos y de dos poetas, y ya se sabe que no hay quinto malo. El nombre de Cela sonaba ya desde hace algunos años como uno de los aspirantes más cualificados para obtener el máximo galardón literario mundial. El hecho de que al final lo haya conseguido honra tanto al escritor como a su propio país, a su idioma -que él maneja como nadie- y a sus lectores, tan cuantiosamente conseguidos después de una larga y accidentada carrera, en la que Camilo José Cela ha sorteado todos los escollos gracias a la potencia y personalidad de su escritura. Los pronósticos se han confirmado, y España y los españoles estamos, junto a él, de enhorabuena.La larga trayectoria de Cela arrancó a principios de los años cuarenta con una obra ya histórica y cuyo valor literario arrasó con todas las dificultades, La familla de Pascual Duarte. Con aquel libro, la literatura española volvió a ponerse en marcha después de la guerra civil. Aquélla fue una novela escrita a contracorriente, que mostró a sus estupefactos lectores el sabor de la sangre, de la tragedia y del absurdo en un contexto de falsas retóricas imperiales y con una realidad miserable y arruinada. Sólo con esta obra, Cela hubiera entrado por derecho propio en la historia de la literatura; pero luego vinieron otros grandes libros, unos mejor recibidos que otros, pero siempre anclados en una realidad social y cultural de primera magnitud, y ese largo y esforzado camino llega hasta nuestros mismos días. El triunfo de Cela -todavía no reconocido en España con el Premio Cervantes- es el de la tenacidad, el de una profesionalidad implacable.

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En estos tiempos de espectáculos culturales de oropel, de confusión verbalista, de vertiginosa fascinación por lo nuevo, la figura y la obra de Camilo José Cela se yerguen como la de un faro, la de un maestro que ha enseñado a sus lectores a leer, a escribir y a entender tanto a su tierra como a sí mismos. Simplemente se ha hecho justicia.

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