Thatcher se niega en la 'cumbre' de la Commonwealth a aumentar la presión sobre Suráfrica
Una vez más, la primera ministra británica, Margaret Thatcher, se quedó sola en la cumbre que los jefes de Gobierno de los países de la Commonwealth celebran en Kuala Lumpur, capital de Malaisia. Thatcher fue la única que se mostró contraria a la ampliación de sanciones contra el régimen racista de Suráfrica.
La posición oficial británica aducida es que un comité del Ministerio de Asuntos Exteriores está diseñando un comunicado que contenga lo que se debe hacer para inducir al nuevo presidente surafricano, Frederik De Klerk, a dar nuevos pasos hacia el desmantelamiento del apartheid.
Más zanahorias, menos palos
Margaret Thatcher dejó claro en su discurso de 20 minutos que no va a suscribir nuevos esfuerzos para presionar a Suráfrica, sino que quiere ofrecer su apoyo a que el Gobierno de Pretoria continúe los cambios que ha iniciado con la puesta en libertad de ocho presos políticos negros y la permisividad demostrada ante las manifestaciones pacíficas. "Necesitamos encontrar zanahorias, no sólo palos", declaró la dirigente británica.
La jefa de Gobierno del Reino Unido alegó que las sanciones sólo aumentan la pobreza y contó que una empresa de piña gestionada por británicos se ha visto obligada a expulsar 1.100 trabajadores negros porque Estados Unidos y Canadá se niegan a comprar productos surafricanos. "Estamos intentando aliviar el hambre", declaró, "mientras esta conferencia está tratavido de multiplicar el número de personas que sufren. Creo que es un error".
Bob Hawke, primer ministro australiano, además de otros líderes, no aceptó el argumento. "No estamos intentando poner de rodillas a Suráfrica, sino en la mesa de negociación", declaró. Para conseguir esto, propuso aumentar las sanciones financieras: animar a los bancos y Gobiernos a imponer mayores condiciones al comercio con Suráfrica, y al Fondo Monetario Inernacional (FMI) a ofrecer un paquete de ayuda económica a cambio de la reforma política en el país racista africano.
Los australianos, a los que se unieron los canadienses, ofrecieron a De Klerk un período de gracia de seis meses. Al cabo de este tiempo, tendría que haber evidencias del cambio, tales como la liberación de Nelson Mandela y el levantamiento del estado de emergencia. [El ministro de Asuntos Exteriores de Suráfrica, Pik Botha, declaró ayer que su país no aceptará presiones ni plazos impuestos por otros países, informa Reuter].
@Copyright The Independent /EL PAÍS
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