El Papa regresó a Roma tras su viaje de 10 días a Corea, Indonesia y Mauricio

ENVIADO ESPECIAL Juan Pablo II llegó ayer, día del 11º aniversario de su elección, a Roma procedente de Mauricio, su última etapa en este 44º viaje fuera de Italia, de 10 días de duración, por Corea, Indonesia y Mauricio, que ha tenido como etapa culminante a Dili, la capital de la ex colonia portuguesa de Timor Este, ocupada por Indonesia desde 1975. Y ha sido precisamente a su paso por este país de Extremo Oriente donde el Pontífice ha desplegado toda su diplomacia.

Un solo discurso del Papa puede haber molestado al régimen autoritario de Yakarta, que preside Suharto: el pronunciado en Timor Este. La misa que el Pontífice celebró allí el pasado jueves contó con una homilía en la que el Papa expresó con fuerza su deseo de buscar una fórmula de reconciliación que ponga fin a la actual situación. En Dili, tras 14 años de ocupación, no se puede abandonar la ciudad después de las cinco de la tarde hasta las cinco de la madrugada.

Juan Pablo II tuvo palabras duras para esta situación, en la que la Santa Sede, al igual que la ONU, no reconoce la anexión. Como contrapartida, el Gobierno de Yakarta sumó un punto en su haber al poder decir públicamente que el Papa iba a Timor en una visita más allá de pastoral y de esta manera reconocía que esta parte de la isla era la 27ª provincia de Indonesia.

El Pontífice ha parecido expresarse en claves muy distintas en los países que ha visitado. En Corea del Sur, su primera etapa, rogó por la unificación de las dos Coreas y lanzó la apertura de la Iglesia a China. Isla Mauricio, que abandonó ayer, la reservó para temas morales. Videos pornográficos, prostitución y permisivismo sexual contra la familia y el matrimonio.