La 'perestroika' consumista
Yugoslavia se ha convertido en el paraíso para los turistas soviéticos, ávidos por comprar lo que sea
The russians are coming. De compras. El norte de Yugoslavia, la zona fronteriza con Hungría, está invadida por los shoppings turísticos de ciudadanos de la URSS, sobre todo provenientes de Ucrania. Para el final de 1989 habrán llegado más de medio millón, y si el incremento continúa con las tasas actuales, en 1990 vendrán varios millones. Las autoridades soviéticas simplificaron este año la obtención de los visados de salida para Yugoslavia, país que siempre ha sido problemático para los oficiales de los países del bloque socialista por tener las fronteras abiertas con Occidente.
La liberalización de los viajes individuales a Yugoslavia incrementó tanto la demanda de los visados de entrada para el país balcánico que la embajada en Moscú ya no da más. Hasta el 1 de junio expidieron 40.000 visados. Ante la imposibilidad física de sellar más pasaportes soviéticos, las autoridades yugoslavas accedieron a otorgar visados en la frontera con Hungría. Esta decisión desencadenó la llegada masiva de los turistas y provocó graves problemas técnicos. En Subotica, ciudad ubicada a 25 kilómetros de la frontera con Hungría, la primera parada de los trenes provenientes de la URSS, los policías tuvieron que recontratar a sus colegas jubilados para que sellen más de 1.000 visados diarios. En Horgos, puesto fronterizo para la entrada de los vehículos, los aduaneros pidieron refuerzos de otras fronteras, menos transitadas, para lograr expedir otros 1.000 visados diarios, a veces más. Aun así, los fines de semana se producen atascos y atravesar el paso cuesta más de cinco horas. El tren de Moscú a Belgrado, Pushkin, se quedó pequeño para acomodar a todos los viajeros, y el 1 de septiembre se introdujo un nuevo tren diario: De Chop (frontera entre la URSS y Hungría) a Subotica. Ocho vagones llegan repletos cada día a las 6.40, y hay listas de espera para conseguir billetes.
Subotica, una ciudad tranquila de 150.000 habitantes, se ha convertido en un hervidero de compradores soviéticos. Su rastro, ubicado en la periferia, creado hace unos años, se ha transformado en el más grande de Europa del Este (de 20.000 a 40.000 personas acuden diariamente a vender y comprar, hablando una decena de idiomas eslavos, además del húngaro). "Antes, los húngaros, los polacos y los yugoslavos vendían y compraban alimentos, ropa, herramientas y coches", comenta Vladimir, estudiante de Subotica, "y luego llegaron los rusos y se lo compraron todo".
Barato para los rusos
Yugoslavia, país con una inflación que supera el 1.000%. y cuyos precios son comparables con los de Europa occidental, resulta barata para los consumidores soviéticos. Al obtener un visado de salida para Yugoslavia, los soviéticos tienen derecho a conseguir un cheque de 310 dólares clearing, que equivalen a 200 rublos (unas 37.000 pesetas). Una familia, con abuelos y todo, dispone de un equivalente superior a 120.000 pesetas en dinares yugoslavos, listos para gastar. Debido a la sobrevaloración del rublo, comprar en Yugoslavia es una ganga.En Subotica, donde se concentran la mayoría de los consumidores rusos -aunque los turistas motorizados ya están llegando hasta Novi Sad y pronto llenarán los almacenes de Belgrado-, los soviéticos dejan las tiendas vacías: compran zapatos por docenas de pares, ropa, alfombras, cristalerías, lámparas, tapetes, cosméticos, mantas. En el rastro adquieren equipos de sonido, casetes de marcas coreanas, vídeos y coches de segunda mano. De vuelta a su casa no pagan impuestos.
"Nunca he vendido tanto", comenta Iusuf, gitano de Macedonia experto en la venta de vaqueros y cazadoras traídos de contrabando desde Estambul. "Los rusos son gente fina, no regatean como los yugoslavos y los húngaros. Por cada prenda tengo un ciento por ciento de beneficio". Ivica, obrero de Subotica, gana 7.000 pesetas al mes, pero vendiendo brandy yugoslavo César y Napoleón en el rastro gana su sueldo mensual en un fin de semana. Una botella de César cuesta 25 rublos (unas 4.000 pesetas) en Ucrania, mientras que en Subotica se consigue por menos de dos.
Un viaje que merece la pena
Equipos de sonido, casetes y vídeos de marcas de segunda traídos de contrabando desde Viena (comprados en las tiendas de los emigrantes de Europa oriental en México Plats) dan un 60% de beneficio a los vendedores, pagando incluso los derechos aduaneros en Yugoslavia, y resultan baratísimos para los soviéticos. El viaje de la URSS a Yugoslavia merece la pena aunque sólo sea por comprar dos radiocasetes, cuyo coste en el mercado es de 50 a 60 rubios (unas 9.000 o 10.000 pesetas) mientras en la URSS cuestan no menos de 74.000 pesetas.La compra de los coches usados de producción soviética -Lada, Mosvich, Volga, Zhiguli- es otro negocio importante. Para evitar las esperas de varios años y los costes superiores a 185.000 pesetas, los soviéticos adquieren vehículos de segunda mano por mucho menos dinero, los reparan en la URSS y por un monto reducido estrenan un coche casi nuevo.
Para ganar más dinares, los rusos también venden: sardinas, aceite comestible, caviar, samovares, cubiertos, herramientas de todo tipo, equipos de campamento. Inexpertos en el mercado libre, los primeros turistas pedían sumas tan reducidas que los polacos y los yugoslavos, veteranos en el contrabando en Europa oriental, compraban su mercancía y se la revendían. Actualmente no se dejan engañar.
La avalancha de soviéticos ha generado la posibilidad de ganar dinero fácil, pero no siempre lícitamente. Para obtener el visado de salida, los soviéticos deben mostrar una carta de invitación garantía firmada por un ciudadano yugoslavo. No todos tienen amigos en el país balcánico, pero las cartas pueden comprarse. Inicialmente, su coste era de 6000 pesetas, pero el aumento del número de los fiadores ha bajado el precio a sólo unas 1.000 pesetas, pagables en dinares. Cada viajero aprovecha para conseguir 20 o 30 cartas de invitación para sus amigos.
Sólo en agosto, el municipio de Subotica, donde fueron contratadas 10 personas para sellar las invitaciones, procesó -53.000 cartas. Sin embargo, muchos fiadores desconocen sus obligaciones: responsabilizarse de los gastos imprevisibles de sus invitados. Varias personas cayeron enfermas, hubo accidentes automovilísticos y en sólo cuatro meses 20 mujeres soviéticas dieron a luz. Los gastos hospitalarios corrieron a cargo de los particulares. Actualmente, los dos países planean firmar un acuerdo sobre la protección de los ciudadanos en materia de seguridad social.
Un rublo vale mas que un dólar
Las autoridades soviéticas liberalizaron los viajes individuales a los países del bloque, y últimamente facilitaron los dirigidos a Yugoslavia. Sin embargo, sólo los turistas con destino a Yugoslavia gozan del derecho a conseguir los dólares clearing. Viajando a Polonia o Hungría, los soviéticos pueden cambiar en el banco una cantidad reducida de rublos, y el resto, en el mercado negro. En Budapest, por ejemplo, 100 rublos valen 1.000 florines húngaros, o, dicho en moneda norteamericana, se adquieren unos 16,5 dólares por 100 rublos, tipo de cambio considerablemente inferior al oficial, en el que un rublo vale más que un dólar.Yugoslavia es el único país fuera del Comecon que participa en el mercado clearing y acepta cambiar los dólares que no vienen respaldados por los billetes verdes.
Por otra parte, el Gobierno actual yugoslavo planea desactivar las exportaclones por medio de los arreglos de clearing, ya que Yugoslavia tiene un superávit de 1.700 millones de dólares en su comercio con la URSS y este desequilibrio de la balanza comercial es considerado una de las fuentes de la inflación. La afluencia masiva de los turistas soviéticos sólo aumentará tal inestabilidad comercial, aunque individualmente tanto los yugoslavos como los soviéticós se aprovechan de: la perestroika consumista.
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