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Crítica:MÚSICA CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El efecto de los puentes

Ni la actuación de la Orquesta Sinfónica de Valencia, dirigida por Manuel Galduf, ni la presentación de la Sinfónica de Bamberg con Hors Stein y el tenor Lakes en un todo Wagner lograron llenar el Auditorio Nacional el último viernes. Los organizadores de conciertos deben replantearse, a mi modo de ver, varios temas: el efecto de los puentes, la orientación de la propaganda y, quizá, el estudio de los precios.Si la visita de la orquesta valenciana sirvió para demostrarnos que se encuentra en un período claramente ascendente, gracias en buena parte al trabajo del director titular, Manuel Galduf, la actuación de la formación bávara tenía todos los caracteres de acontecimiento. Un programa Bartók-Sibelius, nada fácil por cierto, nos dio la medida de la Sinfónica y Coro del País Valenciano por la pulcritud en la ejecución, la flexibilidad sonora y una pasión expresiva que iluminó de modo particular la Segunda sinfonía de Jan Sibelius, uno de los más atractivos "románticos rezagados" de nuestro siglo. El mandarín maravilloso, que no cedió a la virtual violencia, y una clara y explicativa versión de la Cantata profana representaron esta vez al poco frecuentado Béla Bartók.

Ciclo de la Orquesta Nacional

Orquesta Sinfónica de Valencia.Director: M. Galduf Obras de Bartók y Sibelius. Auditorio Nacional, 13 de octubre, tarde. Orquesta Sinfónica de Bamberg. Director: H. Stein. Solista: G. Lakes, tenor. Obras de Wagner. Auditorio Nacional, 13 de octubre, noche.

Desde el comienzo de la obertura de Tannhäuser, todos percibimos que la Sinfónica de Bamberg se encuentra como en los mejores momentos de su historia. Su sonido grave y pastoso, su admirable cohesión, su tenso ligado, sus posibilidades dinámicas, la calidad individual de sus componentes, están gobernados y adiestrados por una batuta tan experta como la de Stein, un músico completo y sin el menor afán divista.

El tenor americano Gary Lakes, de grande y hermosa voz, más lírica que heroica, cantó con fácil dominio la cavattina de El holandés errante, el raconto de Lohengrin, la plegaria de Rienzi y la 'Canción de primavera' de La walkiria. Además de colaborar magistralmente con el cantante, la orquesta lució su alta clase en los preludios de Lohengrin y Rienzi y en el preludio y muerte de Isolda, a los que añadió como propina la obertura de Los maestros cantores.

El triunfo, caluroso, tuvo algo de amargura al contemplar tanta localidad vacía.

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