La historia como referencia
Uno de los acontecimientos a mi juicio más notables de la conmemoración del 13 de octubre de 1989, a sólo tres años del V Centenario, es la aparición en las librerías del libro Iberoamérica, una comunidad, que el próximo lunes será presentado en Madrid. Como resultado de una insigne idea del gran ensayista y polígrafo venezolano Arturo Uslar Pietri, este manual es un análisis exhaustivo y a la vez manejable de lo que es y de lo que significa la gran comunidad latinoamericana en todos los órdenes: histórico, económico, sociocultural. Cinco directores -el propio Arturo Uslar, el mexicano Silvio Zabala, el argentino Enrique Barba, el portugués Joaquim Verissimo Serrao y el español José Manuel Pérez Prendes- han trabajado desde 1985 en la organización de este magno proyecto que ha convocado a más de 60 expertos. Y al fin Ediciones de Cultura Hispánica ha dado cuerpo a más de 900 páginas de texto, que se leen con el interés que proporciona sondear toda nuestra amplia y profunda realidad en una síntesis francamente apasionante.Uno de los problemas que con frecuencia han desvirtuado las relaciones entre los diversos países que forman el vasto ámbito de la comunidad latinoamericana ha sido el de la simplificación. A menudo hemos tenido una visión unidireccional y cicatera del otro, o incluso de nosotros mismos. Nuestros conflictos han contribuido a ensimismarnos en nuestra realidad más cercana, y hemos reducido el análisis de la globalidad a la mínima expresión. Así, la presencia de España en América desde hace casi cinco siglos se ha encasillado en unos exiguos tópicos, la secular y tortuosa relación bilateral se ha limitado a ser un conjunto insulso de recelos, e incluso en ciertas épocas la innegable fraternidad que siempre, de un modo u otro, se ha extendido sobre nuestro encuentro permanente ha quedado limitada a una serie fragmentaria e inconexa de frases formularias.Nos ha faltado el sentido de la
totalidad, el saber sopesar al mismo tiempo el cúmulo complejo de factores que han actuado sobre el sistema de relaciones de nuestra rica multilateralidad, que es expresión, contradictoria pero clara, de la unilateralidad de nuestros rasgos culturales comunes. Por esto, la obra que comento, que pretende -y consigue, a mi juicio- ofrecer una panorámica amplia de nuestra América, de todo lo que americanos e ibéricos hemos hecho juntos, enriquece por sí sola esta relación, siempre cálida, a veces conflictiva y en ocasiones tormentosa.Grandeza y miseriasTodas las grandes aventuras humanas son ambivalentes. Yo no voy a hacer -nunca lo he hecho- un panegírico del impropiamente llamado descubrimiento, ni siquiera un elogio de la aventura americana de España, que fue también aventura española de América. Sencillamente, creo que aquella empresa, casi increíble en el mundo limitado del Renacimiento, tuvo, como toda obra humana, su grandeza y sus miserias, y es parcial y antihistórico afirmar lo uno sin reconocer lo otro. Por consiguiente, entiendo que sólo el conocimiento completo, integral, de aquella realidad nos permitirá captar los verdaderos matices de la "empresa de América".
Probablemente, el principal objetivo de las conmemoraciones de dentro de tres años sea el de la conquista de la objetividad histórica. En cierto sentido, el libro inspirado por Uslar Pietri, dirigido por cinco especialistas ilustres y redactado por varias docenas de expertos de indiscutible talla, nos proporciona este basamento sobre el que sustentar tanto la memoria histórica como la construcción del mañana. Ya sin complejos, Iberoamérica, una comunidad refiere con la frialdad académica de los datos, pero también con el calor histórico de quien habla de la propia aventura, todo lo que durante mucho tiempo ha sido en parte invectiva, en parte reivindicación, en parte anacronismo. Hoy, desentrañada ya la historia, ésta nos sirve de plataforma para hacer en común, y no de arma arrojadiza para deshacer cuanto vocacionalmente queremos hacer juntos.
Dice Uslar en la introducción a la obra que comento: "Lo que los europeos llamaron Nuevo Mundo, por la novedad de su conocimiento para ellos, no era en verdad otra cosa que el inicio de una nueva ocasión del hombre. En muchos sentidos, todo el mundo fue nuevo después de esa fecha, porque lo que en ella se inicia es la creación del Nuevo Mundo". Ciertamente, lo que la comunidad latinoamericana nos brinda, sobre todo a quien formamos parte de ella no sólo con el corazón, sino también con la cultura y con la historia, es esa "nueva ocasión", esa oportunidad de hacer juntos, de afianzar la presencia de todos en común, de realizarnos, valga la palabra, en el tejido global. Si no extraemos de las conmemoraciones de 1992 -que son, ante todo, reflexión, introspección, análisis- esa decisión soberana de aceptarnos para avanzar, de entendernos para crear, de abrazarnos para consolidar y concretar nuestra proyección hacia el futuro, de aprovechar, en suma, la ocasión de ser latinoamericanos con conciencia de ello, todo el esfuerzo habrá sido en vano. Porque ya se ha derramado demasiada retórica hueca sobre nuestro anecdotario como para seguir haciendo vacuo historicismo.Cristalizar el pasado En mi experiencia personal de estos años, en que tan vinculado he estado a la realidad latinoamericana, he podido comprobar que la historia común sigue siendo un terreno deslizante que a menudo propicia resbalones y desajustes en nuestra recíproca relación. No tiene sentido que miremos todavía atrás como no sea para tomar impulso. Cristalicemos, pues, nuestro pasado, hagamos de él suelo y no techo, y dispongámonos juntos a avanzar con el espíritu del hombre nuevo y no con el fantasma de nuestros ancestros. Integrémonos para ser más fuertes, seamos solidarios para crear juntamente un futuro que no podríamos forjar por separado. Hagamos un esfuerzo de realismo, aventurémonos en el mañana con el sentido de la orientación de nuestra cultura, de nuestra lengua, de nuestra variedad enriquecedora, de nuestro carácter semejante, de nuestros valores democráticos idénticos. Hagamos, sencillamente, de la historia una referencia y no una carga pesada y absurda. A ello tiende esa obra señera que es Iberoamérica, una comunidad. A ello tiende también la acción política, a veces no bien comprendida, no bien explicada, del Estado español.
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