El partido comunista húngaro se rompe tras el giro socialdemócrata
El abrumador triunfo de la corriente socialdemócrata en la primera jornada del congreso de los comunistas húngaros, que determinó el cambio de nombre y de objetivos del partido en el poder, ha provocado una honda división entre reformistas, por un lado, y centristas y ortodoxos, por otro. Ayer, el congreso decidió invitar a cada uno de los militantes a reafirmar por escrito, antes del 31 de este mes, su incorporación al nuevo Partido Socialista Húngaro (PSH), dominado por los socialdemócratas. Los enemigos de la reforma apuestan a que un importante sector de los militantes se niegue a apuntarse al nuevo partido y se mantenga fiel al fenecido Partido Socialista Obrero Húngaro (PSOH), que tratarán de reactivar.
La autoinmolación del primer partido comunista del Este europeo que abandona los principios del leninismo enfrentó ayer mayores dificultades de las previstas, y no todas de carácter ideológico. El tema de quién se quedará con el inmenso patrimonio de un partido que ha monopolizado el poder durante 40 años estuvo detrás de cada intervención. Como un símbolo, el diario oficial del partido apareció ayer sin la frase habitual que incluía en su mancheta: "Trabajadores del mundo, uníos".La jornada de ayer del congreso estuvo dominada por la durísima lucha interna, con nuevas ofensivas de reformistas radicales y conservadores. El nuevo PSH, que aglutinaría a la mayoría de los delegados, sería presidido por Rezso Nyers y dirigido por todo el equipo reformista de Imre Pozsgay, Miklos Nemeth y otros. El grupo centrista, constituido en tomo a Janos Berecz y Karoly Grosz, los dos grandes derrotados del congreso, preparaba, por su parte, la reactivación del recién liquidado PSOH. Los conservadores de la Plataforma Marxista, encabezados por Robert Ribanszki, han decidido esperar antes de fundar el Partido Comunista Húngaro, guardián de la ortodoxia.
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