Como en botica
El espectáculo que con el título Estrellas del Ballet Mundial se presentó el viernes y el sábado en Madrid parece marcar un nuevo rumbo en la programación de danza del Festival de Otoño. No sólo hay menos danza, sino que el énfasis parece haberse desplazado de la danza contemporánea y de vanguardia a las formas más tradicionales, incluyendo la idea misma de una gala de estrellas. Una gala de este tipo puede tener su sentido, pero siempre hay que respetar algunas reglas, la primera de las cuales es procurar que se cree un ambiente cálido de comunicación creciente entre los bailarines y el público, y, en un vasto y de sangelado Palacio de los Deportes, esto es prácticamente imposible. Si se añaden los inevitables baches de calidad de los participantes, las no menos inevitables ausencias de última hora (aquí fallaron la estrella del Royal Ballet de Londres, Bryony Brind, y su anunciada sustituta, Cynthia Harvey), la falta de preparación del suelo y los cambios en el programa (la gente no sabía ni que niquien estaba viendo), lo desangelado puede llegar a ser total y el resultado artísticamente poco notable.Hubo de todo, como en las boticas antiguas: varios números de ballet moderno del americano Dennis Wayne, que quizá vistos en otras condiciones cobren algún relieve (salvo la evocación de Fred Astaire y Ginger Rogers, For Ginger, en que no consiguen siquiera rozar la riqueza de movimientos y el juego de ritmos de los originales); dos curiosos pasos a dos a cargo de los solistas de la Scala de Milán, Oriella Dorella y Alessandro Molin; dos Ballanchine en píldoras (sacadas del Apolo y del tan neoyorkino Who cares) por auténticos ballanchinianos (la Alexopouluos y el danés Lindsay Fisher) del New York City Ballet, por alguna razón no bailaron con excesiva brillantez; y, finalmente, los tradicionales números de lucimiento.
Estrellas del Ballet Mundial
Helene Alexopoulous, Lindsay Fisher, Isabelle Guerin, Laurent Hilaire, Oriella Dorella, Alessandro Molin, Valentina Kozlova, Raffaelle Paganini, Arantxa Argúelles, Dennis Wayne, Adriana Jacinto. Diseño y puesta en escena: Francis Francis. Palacio de los Deportes, viernes 29 y sábado 30 de septiembre de 1989.
Valentina Kozlova bailo una Muerte del cisne algo amanerada y mecánica y un Romeo y Julieta (versión Cranko) en que quedó eclipsada por su compañero, Paganini, tremendo bailarin que no siempre controla su energía y por momentos se pasa de afectación, pero con indudable arrastre.
La pareja francesa -Isabelle Guerin y Laurent Hilairese llevó justificadamente los mayores aplausos en su paso a dos de La esmeralda. Ambos son excelentes bailarines y prototipos de lo que hoy ha vuelto a ser la escuela francesa, que ha absorbido la fuerza técnica de rusos y americanos, con el secreto de la elegancia que siempre la caracterizó. Hilaire, además, bailó con Arantxa Argüelles un Don Quijote que tuvo momentos espectaculares.
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