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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Camboya todavía

HOY DEBE concluir la retirada del último contingente de tropas que Vietnam ha mantenido en Camboya. A partir de ahora, el Gobierno de Pnom Penh tiene que hacer frente, con su propio ejército, a los eventuales ataques de la resistencia, en el seno de la cual los jemeres rojos representan una fuerza muy superior a la de los otros dos grupos: los neutralistas del príncipe Sihanuk y los nacionalistas de derecha de Son Senn. La retirada se hace en las peores condiciones a causa del fracaso de la conferencia de París, que intentó llegar a un acuerdo sobre el control internacional de la retirada vietnamita y sobre una fórmula provisional de gobierno de reconciliación para hacerse cargo de la dirección del país en la etapa de transición.¿Por qué se han retirado los vietnamitas, a pesar de la imposibilidad de llegar a un acuerdo para una transición concertada entre los diversos sectores del país? Han pesado, sin duda, fuertes razones de política interior. El Gobierno de Hanoi está haciendo los máximos esfuerzos por salir de una desastrosa situación económica, agravada por la pesada carga de la ocupación del país vecino. A la vez, necesita mejorar sus relaciones con Estados Unidos y con China, lo que resultaba imposible sin el abandono de Camboya. La triste realidad vivida en los últimos años ha obligado a Vietnam a una revisión radical de los planes de hegemonía en el sureste asiático que alimentó después de la guerra contra EE UU. Su objetivo ahora es normalizar relaciones con sus vecinos y obtener con ello ventajas de tipo económico y comercial.

Por otra parte, Hanoi confía en que el Gobierno de Pnom Penh está en condiciones de sostenerse en el poder bajo la dirección de un líder joven y dinámico como Hun Sen, el cual en los últimos tiempos ha liberalizado algunos aspectos de su régimen. Aunque recluta soldados por métodos violentos, su política ha evolucionado en el sentido de estimular el comercio libre y el restablecimiento de la propiedad privada; también ha reconocido el budismo como religión oficial. Ello ha despertado ciertas esperanzas en una población que sólo ha conocido guerra y exterminio durante décadas. Por otra parte, Hun Sen dispone de fuerzas militares superiores a las de la resistencia. Tampoco se puede descartar -como ha dicho Sihanuk- que hayan quedado algunos vietnamitas camufiados de camboyanos para reforzar a Hun Sen.

En cuanto a la resistencia, se encuentra en una situación absurda. En la mesa de negociaciones, Sihanuk es, obviamente, la figura central, capaz de mediar entre posiciones encontradas y de encabezar un Gobierno de reconciliación. Si el problema se plantea en el terreno militar, los más fuertes son los jemeres rojos. Éstos han intensificado las hostilidades cerca de la frontera con Tailandia y podrían dominar ciertas zonas, que escaparían así a la administración de Pnom Penh. Pero si la resistencia tuviera ciertos éxitos militares, el efecto sería acrecentar el pánico entre la población, que teme por encima de todo el retorno de los jemeres rojos, responsables, cuando estuvieron en el poder (1975-1979), de la liquidación física de millones de camboyanos. De esa táctica no pueden sacar ningún provecho los sectores moderados de la resistencia. Por ello la única vía para resolver el problema camboyano es reanudar las negociaciones, superando los obstáculos que llevaron al fracaso en París.

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Camboya entra en una etapa de prueba, en la que Hun Sen tendrá que demostrar que se mantiene en el poder sin la ayuda de los vietnamitas. Si la resistencia, y concretamente los jemeres rojos, sólo logra acentuar la inseguridad en algunas regiones, sin provocar un cambio serio, Hun Sen tendrá más peso a la hora de volver a la mesa de negociación. En todo caso, para acelerar ese momento los Gobiernos occidentales deben revisar una actitud que hasta ahora se ha basado en apoyar a la resistencia y en considerar a Hun Sen como muñeco de los vietnamitas. Los hechos parecen aconsejar una visión más actualizada de la realidad. De momento la retirada vietnamita no anuncia la paz.

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