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La vieja guardia afila sus cuchillos

A un mes del primer aniversario de las revueltas de octubre de 1988, Argelia acaba de vivir una crisis política que ha puesto en evidencia la fragilidad del proceso democrático emprendido por el presidente Chadli Benyedid, a raíz, precisamente, de aquella explosión del descontento popular. El enfrentamiento entre Benyedid y el que durante los últimos 10 meses había sido su primer ministro, el ex coronel de los servicios secretos Kasdi Merbah, es clásico en los procesos de transición democrática: expresa el conflicto entre los sectores del régimen que han entendido que hay que cambiar lo máximo posible antes de que la gran marea lo arrase todo, y los que a lo sumo están dispuestos a un pequeño maquillaje del sistema.Benyedid destituyó a Merbah por haberse convertido en un freno a las reformas políticas y económicas que deben sacar a Argelia del unipartidismo y de la economía socialista. Merbah se negó durante unas horas a aceptar el cese y, según un comunicado de, la muy oficial. agencia de Prensa argelina APS, pretendió incluso "erigirse en alternativa a la magistratura suprema" del país. La resistencia de Merbah y sus ambiciones permiten suponer que contaba con sólidos apoyos en el Frente de Liberación Nacional (FLN), hasta hace bien poco partido único, y quizá en el Ejército.

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El procesodemocrático argelino ha conseguido una pírrica victoria con el triunfo final del reformista Benyedid en su pulso con el inmovilista Merbah. Pero el ex primer ministro ha anunciado que no tira la toalla. "Seguiré luchando en el FLN", ha dicho; y el FLN tiene que celebrar a finales del próximo octubre un congreso extraordinario para, clarificar su posición ante la opción multipartidista que los argelinos aprobaron masivamente en referéndum el pasado invierno.

Argelia está enferma. La situación económica es dolorosa para un país cuya riqueza en gas y petróleo le permitiría disfrutar de una situación más desahogada. Mulud Humruche, un reformista de total confianza de Benyedid, acaba de nombrar los males: inflación, carestía de productos básicos de consumo, 1.200.000 parados oficiales sobre una población de 20 millones, un dinar sobrevaluado artificialmente, falta de viviendas populares y lo que Hamruche ha llamado "las actividades parasitarias" (léase mercado negro) y la "gestión administrativa" (léase burocrática) de la economia y los asuntos públicos.

Democracia sin ruptura Además, la elevada tasa de crecimiento demográfico, Argelia ha rejuvenecido de modo extraordinario a su población. Las tres cuartas partes de los argelinos no vivieron la lucha contra el colonialismo francés. En Argel se compara a veces la transición argelina con la española. Benyedid pretende llegar a la democracia sin ruptura. Se trata de que el régimen se haga el harakiri y se acceda a las libertades sin vencedores ni vencidos. Retomo de los exiliados, liberación de los presos políticos y derechos de asociación, expresión, huelga y manifestación, a cambio de no tomar medidas retroactivas de castigo contra los abusos que puedan haber cometido los poderes fácticos: el FLN y los durante cinco lustros todopoderosos servicios secretos militares. Sería injusto, por lo demás, comparar el franquismo con el régimen del FLN. Entre otras razones porque el FLN dispuso durante sus primeros años en el poder de la indudable legitimidad popular que le otorgaba haber dirigido la guerra de independencia. Pero la principal diferencia entre la transición española y la argelina está en el modelo económico y social de partida. España sólo tuvo que ajustar sus instituciones políticas al modelo de economía liberal que regía en el país y al mundo europeo al que pertenecía. La tarea de los reformistas argelinos es más complicada. Deben desembarazarse también de la pesada carga de una economía socialista que prima el paternalismo frente a la rentabilidad y el papeleo frente a la reacción a tiempo, y que termina provocando la corrupción administrativa. Y encima Argelia pertenece al mundo árabe, donde son rarísimos los ejemplos de democracia.

En sus primeras declaracio nes públicas, Mulud Hamruche ha subrayado la dificultad de conciliar las "reformas políticas" con "el arreglo de los problemas económicos". El saneamiento y la liberalización de la economía van a exigir cierres de empresas, despidos, congelaciones de salarios. y otras medidas impopulares, justo en un momento en que la población quiere mejoras rápidas de su maltrecho, nivel de vida. Hamruche ha propuesto una "concertación social" una especie de pactos de la Moncloa a la argelina, pero está por ver la respuesta de los trabajadores, que en los últimos meses han multiplicado las huelgas, manifestaciones y los actos de pillaje.

El bunker del FLN y el Ejército va a tener una oportunidad de desestabilizar el proceso democrático en las draconianas medidas económicas que deberá adoptar el Gobierno de Hamruche. Pero el argelino es un pueblo bravo, orgulloso y resistente, capaz de apretarse aún más el cinturón si a cambio se le ofrece un ideal y la posibilidad de hablar libremente.

Los reformistas y la vieja guardia van a librar nuevas y aún más duras batallas en Argelia, y es imposible adivinar el final de todo. Lo seguro es que el fracaso del proceso democrático argelino tendría consecuencias desastrosas en todo el Magreb: abriría de par en par las puertas a Gobiernos militares ultranacionalistas. y/o integristas islámicos. Un fervor antioccidental abrasaría el norte de África.

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