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La izquierda berlinesa

Al cabo de unos meses de residir en España, no en balde somos hechura de la circunstancia, empezaba a considerar hasta a la izquierda más moderada una especie antediluviana a punto de! desaparecer. De todas las direcciones me llegaba un mismo mensaje: la izquierda sólo lograría subsistir si ofrece -oportuno disfraz a la nueva derecha modernizadora. Cierto que entre los más desfavorecidos se mantiene- siempre un fondo de protesta que suele pasar inadvertido, ya que rara vez el pueblo sumiso, hasta que explota como el volcán que creíamos inactivo, conecta con la izquierda, de suyo más bien académica y urbana en su doble acepción de ciudadana y cortés.Al mentar la desaparición de la izquierda en España me refiero a la moderada y prudente, refinada creación de la Europa de la que nos enorgullecemos en pertenecer, que no hay que confundir con la otra radical, más fuerte aquí que en nuestro entorno, que convendrá tener en cuenta como posible fermento de lo que cuaje en el futuro. Una observación, por lo demás aIeatoria, que valga lo que valiere: en España, una izquierda cabal y coherente sólo la he encontrado entre los llamados cristianos de base. El trasfondo cristiano de la izquierda europea es algo tan obvio como todavía difícil de asimilar por una buena parte de las gentes que se quieren de izquierda. Comprensible, por otra parte, dado el uso que del cristianismo han hecho y siguen haciendo las instituciones eclesiásticas.

Pese a haber dado la nota entre amigos y compañeros por el empeño trasnochado de mantener erguida la bandera de una izquierda moderada, de regreso a Berlín en la primavera pasada me encontré de nuevo fuera de lugar, escorado a la derecha. Las conceptos de izquierda y de derecha son topográficos y, como tales, relativos dentro de un continuo. Mientras en Berlín había llegado al Gobierno la opción más radical del espectro parlamentario, una coalición de la socialdemocracia con la Lista Alternativa -así se llaman los verdes berlineses-, en España un Gobierno que se dice socialista está a punto de convencernos de que la única izquierda posible coincide con la derecha modernizadora.

Los socialdemócratas alemanes se habían cansado de repetir, temerosos de perder parte de su electorado, que nunca aceptarían gobernar con los verdes. Los resultados electorales -por lo demás sorprendentes: las encuestas y medios de comunicación habían cantado la victoria conservadora- mostraron que la socialdemocracia sólo gobernaba si se decidía a llevar adelante la política de izquierda que le es propia; la política de centro-derecha realizada en el pasado había concluido con el traspaso del poder a la derecha. En la Europa central se está recuperando una división del trabajo político, con papeles diferenciados entre la derecha y la izquierda, que aún puede tardar en llegar a la Península, pero que permite el replanteamiento de una nueva dimensión de la izquierda.

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También es casualidad que la Prensa, que nos ha informado con el mayor detalle de los cambios espectaculares operados en el mundo soviético, haya pasado, como sobre ascuas, sobre aquellos -cierto que de menor calado- ocurridos en las sociedades occidentales.

Poco se parece hoy el planeta al que era hace unos pocos años: no sólo se desmorona el imperio soviético, sino que Estados Unidos está en trance de perder la hegemonía mundial. Si la década de los noventa va a estar marcada por el cataclismo del Este, la primera del nuevo siglo quizá lo esté por las convulsiones que harán temblar a América, donde se acumula cada vez más ineficacia, corrupción y violencia. Tampoco son parcas las transformaciones que nos esperan en Europa, al margen de las anunciadas si sobrevivinios a 1992. El caso berlinés, como sucedió en 1967, bien pudiera preludiar cambios en la República Federal de Alemania y en la Europa occidental. Por lo pronto, el significado profundo de la coalición verdirroja en Berlín es que podría repetirse en Bonn. Y esta posibilidad basta para que le prestemos alguna atención.

Con cuatro pinceladas cabe trazar el perfil de la nueva izquierda que ha llegado al poder en Berlín.

1. Un nuevo concepto de organización que desconfla de los partidos políticos, cada vez más oligárquicos, que alimentan a una clase política que se aleja de los sectores sociales que dice representar, y pone énfasis en la democracia directa. Cuando, tras larga negociación, los verdes acordaron con los socialdemócratas un programa común de gobierno, convocaron una asarriblea de todos los militantes para aprobarlo y elegir a los que ocupasen las tres carteras que les correspondían. La asamblea propuso a personas que reunían dos características: todas ellas eran mujeres y aulemás independientes, sin que pertenecieran al partido que las proponía. Los socialdemócratas no tuvieron más remedio que elegir a cinco mujeres -eso sí, socialdemócratas- entre las siete carteras que les tocaban. La nueva izquierda se presenta como feminista, y confía tanto en ganar el voto de la mujer como en la acción femenina, que se supone a la vez más radical y menos conflictiva.

2. Se acepta la economía capitalista de mercado como la mejor posible en las actuales circunstancias, síempre que frente a ella se mantenga una distancia crítica y venga acompañada de una política social redistributiva y de otra ecológica que logre contener la actual destrucción del medio ambiente. Restablecer el equilibrio ecológico, sin el que lá vida sobre la Tierra está amenazada, tiene prioridad sobre el crecimiento económico. Desde estos supuestos, se adopta una posición muy dura frente a la Europa comunitaria que está construyendo el capital.

3. La política pacifista de los verdes, en la coyuntura actual, se ha transformado en ana claramente antimilitarista. No sólo se propone la disolución de los bloques militares, sino, como primera medida, la salida de la RFA de la OTAN y la reducción y, si cupiese, la elíminación de sus ejércitos. No sé si se ha prestado la atención

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La izquierda berlinesa

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debida al hecho, harto significativo, de que por vez primera en al ámbito de la Alianza Atlántica ha llegado al Gobierno un partido que lucha por salir de esta organización militar. Ante la evolución de los países del Este, resulta cada vez más dificil explicar a los pueblos la necesidad de mantener no ya sólo la Alianza, sino el actual nivel de gastos militares. A su vez, la Lista Alternativa encarna uno de los tabúes mejor guardados de la política berlinesa, al cuestionar la situación de ocupación y exigir la retirada de las tropas aliadas de Berlín occidental.

4. Al considerar a todos los seres humanos con los mismos derechos, sea cual fuere el sexo, la raza, lugar de nacimiento, nacionalidad y confesión, los verdes subrayan su internacionalismo. En consecuencia, exigen se reconozca el derecho de cada persona a establecerse en el país que elija, incluyendo el derecho al voto para los extranjeros. El derecho a emigrar no puede ser realidad sin el derecho correspondiente a ser admitido en el país que se elija. Así como hace un siglo suprimimos la esclavitud, habría que acabar hoy con los metecos -es decir, con la noción de extranjero-, que tienen ya los mismos derechos civiles y han de conseguir los mismos derechos políticos que los nacionales. Derechos que permanecerán meras aspiraciones mientras que la lucha contra el subdesarrollo no competa a toda la humanidad, con mayores responsabilidades para aquellos países más ricos o más fuertes. Desde esta posición internacionalista, que condena toda forma de egoísmo nacionalista, los verdes defienden posiciones muy impopulares -para una izquierda que se tome en serio importarían más los principios que los votos- y, por tanto, se oponen a la reunificación de Alemania que daría nuevo impulso al nefasto nacionalismo alemán, a la vez que implicaría graves distorsiones en Europa.

A muchos parecerán ilusorios no pocos puntos de este programa, a la manera como en la pasada centuria los terratenientes esclavistas consideraron inviable la abolición de la esclavitud; otros más avezados se preguntarán si estos objetivos se podrán conseguir todos a la vez, y no faltarán los que fijen su realización en las calendas griegas. No pretendo enjuiciar el programa que hoy vertebra una política de izquierda, sino simplemente informar al lector de que, dígase lo que se quiera en nuestro pequeño corral, la izquierda existe en Europa, y éstos son algunos de sus contenidos.

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