Ruiz Miguel aplaude al presidente
Bohórquez / Ruiz Miguel, Chicuelo, BoniToros de Fermín Bohórquez, con trapío, blandos. Ruiz Miguel: palmas; ovación y saludos. Chicuelo de Albacete: vuelta; tres vueltas. El Boni: silencio en los dos. Plaza de Albacete, 11 de septiembre. Cuarta corrida de feria.
EMILIO MARTÍNEZ
Ruiz Miguel lleva en este su año de despedida una temporada muy dialogante con el público y, a veces, con el presidente, como ayer en Albacete, donde ovacionó irónicamente al usía que, le negó la oreja de su segundo enemigo. El caso, es que el número de espectadores que afloraban sus pañuelos eran similar al de que no solicitaban el trofeo, pese a los aspaventosos saludos del espada, que incluso besó la tierra, a la muerte del toro. En estas ocasiones, se impone el criterio del presidente, que si se quiere dar seriedad a la plaza y no convertirla en una tómbola orejera, es lógico que deniegue el trofeo, a fuer de que le abronquen los pañueleros, como le sucedió a Constantino González, que ya ha recogido en lo que va de feria varias broncas por este tipo de actuación.
González debe de haber visto la magnífica serie taurina Juncal, pues inmediatamente al recibir los inquinosos aplausos de Ruíz Miguel, ordenó al secretario de actas que tomara nota para la correspondiente multa al diestro. Los diálogos de Ruíz Miguel con los espectadores se sucedieron a lo largo de sus dos faenas, pues dada la invalidez de sus morlacos, ninguno trasmitía emoción. Ruíz Miguel los toreó suave y templado, con algo más de riesgo en el cuarto, que brindó a Dámaso González, y al que también profirió una larga parrafada.
El que abrió plaza iba a brindarlo a la concurrencia, parte de la cual se lo reprobó por lo inservible del funo para la lidia. El coletudo intercambió miradas, dudó..., fuese y no hubo brindis. La bronca contra el presidente arreció al morir el quinto, cuyas fuerzas le mantenían dignamente en pie, aunque probaba y se defendía. Chicuelo de Albacete, que parece despertar del sueño que se echó cuando era figura novilleril y se hundió, anduvo sobrado con él, pese a ser su primera actuación en 1989. Valiente y entregado, pero siempre con una tranquilidad enorme. Extrajo varias series de naturales citando de frente, concebidas con gran pureza, la mayor parte de los cuales los consiguió con esta característica.
Aguantó sin inmutarse un par de tremendos arreones que le descosieron los alamares del traje, como le sucedió en el segundo enemigo. Además, toreó siempre dando la distancia exacta sin el, desgraciadamente habitual, ahogamiento al toro. Se tiró arriba a matar, pero necesitó de dos viajes, y el presidente volvió a denegar el trofeo. Chicuelo recorrió el anillo en tres ocasiones por solicitud popular. Si le dan festejos puede reconectar con su época de novillero y cumplir otro sueño, la quimera de ser figura.
El Boni se limitó a torear de salón al tercero, que se acuartillaba de continuo. En el último puso voluntad, pero la violenta embestida del bicho le impidió otra cosa que no fuera ciertos atisbos de clase.
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