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La plaza se pone seria

Aguirre / Mendes, Soro, Niño de la Taurina

Cuatro toros de Dolores Aguirre, 1º (cinqueño) de El Torero y 2º, sobrero del Conde de la Maza, todos con trapío, de juego desigual. Víctor Mendes: estocada y descabello (ovación y salida al tercio); pinchazo, bajonazo descarado y rueda de peones (oreja). El Soro: pinchazo, estocada ladeada, rueda de peones y descabello (pitos); estocada corta tarsera. atravesada, rueda de peones y cinco descabellos (bronca). Niño de la Taurina: pinchazo, otro hondo y tres descabellos (silencio); tres pinchazos, estocada corta delantera atravesada, rueda de peones y tres descabellos (silencio). Plaza de Guadalajara, 9 de septiembre. Cuarta corrida de feria.

Han bastado, apenas, un presidente, dos veterinarios y un puñadito de aficionados dándoles aliento, para que la plaza de Guadalajara se haya puesto seria. Cuidado, que seria no quiere decir intolerante, ni aburrida, ni triste. La gente estaba alegre en la corrida, venga de atronar las charangas, peñas cantarinas y bailonas que hacían gala de su sana diversión, público ocurrente, diciendo en alta voz esas graciosas sentencias castellanas que guardan un poco de retranca y un mucho de filosofía.

Sin embargo una cosa es la alegría, con su buena carga de condescendencia, y otra bien distinta que la gente se deje tomar el pelo. Jesús Ron, un aficionado militante que en Guadalajara 2000 está llevando a cabo una magnífica labor crítica, informativa y divulgativa en apoyo de la fiesta, resaltaba cómo nunca en el coso se había visto que la gente hiciera callar a la banda. Ocurrió cuando El Soro toreaba al estilo rústico y la banda pretendía celebrarlo tocándole un pasodoble cañí.

Los taurinos están acostumbrados a colar sus abusos y los toreros sus faenas montaraces al amparo del triunfalismo que suele atacar a los públicos y a las autoridades metidos en feria, y les debió sorprender que ese público de Guadalajara tuviera criterio y lo manifestara, No fue la única sorpresa. Pues ya llevaban días sorprendidos de que. los veterinarios reconocieran los toros con rigor, de que el presidente no estuviera puesto allí por el ayuntamiento. La gente cantaría aires regionales y pegaría tientos a la bota, pero veía claro. Todo el mundo veía claro en Guadalajara, menos el taurinismo presente, que veía turbio y no entendía nada.

Los toros tenían trapío. Bueno, algunos no habrían pasado en Las Ventas, por ejemplo, mas Guadalajara no es Las Ventas, aunque estén a una horita de autovía. Los toreros hubieron de emplearse a fondo, y al que no se empleó, así le fue. El Soro pretendía disimular con revueltas su escasa voluntad de torear a zapatilla quieta, y como no transigía el público, trapaceó en plan desastre. Víctor Mendes ahogó al embestida al primer toro, y al cuarto le ligó con valor y buen oficio los pases fundamentales. Niño de la Taurina instrumentó buenos muletazos al tercero, mientras le embistió, y cuando no le embistió, se arrodilló entre los pitones, besó uno y tanta temeridad puso a la gente los pelos de punta. El sexto era reservón y porfió pases inútilmente.

Banderillearon. En unos casos banderillearon bien, en otros con perdón del arte de banderillear. Mendes banderilleó seguro y prendió al primer toro tres excelentes pares "asomándose al balcón". Soro, inseguro y sin asomarse a ningún lado, excepto al clavar previo carrerón girando en torbellino, que es el fruto de su creatividad banderillera. Niño de la Taurina, desconcertando al personal, ya que lo mismo reunía por los adentros un par impresionante, que ganaba la cara majo y pinturero, para dejar los palos en el santo suelo.

La gente aplaudía o no aplaudía, según fuera aquello a la hora de la verdad, y la corrida transcurría tan normal como en Madrid, sin ir más lejos. Porque la plaza de Guadalajara será de segunda, pero el público, los veterinarios y el presidente son de primera, y no se la dejan dar con queso.

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