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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Homenaje a una época

El Ballet Nacional de Cuba escogió para su primera actuación en el Teatro de la Zarzuela un programa centrado en obras contemporáneas de coreógrafos cubanos que no dio la medida de lo que se espera hoy de esta gran formación, que ha logrado sus mayores éxitos en el montaje de obras del repertorio tradicional. La interesante y lograda Dido abandonada de Alicia Alonso levantó la noche, que había empezado con Dionaea -un ballet de relleno, cuya gracia es que el cuerpo de baile compone una imaginaria planta carnívora- e In the night, uno de los deliciosos ballets sobre música para piano de Chopin que el norteamericano Jerome Robbins compuso tras el éxito de Dances at a gathering en los años setenta, cuya fluidez y sutil aroma de confidencia escapó a los seis intérpretes.El plato fuerte -en que todo se aplaudió con calor- era el estreno en España del último y hasta ahora más ambicioso trabajo coreográfico de la gran bailarina cubana, inspirado en la Dido abandonada que el hoy olvidado Gaspero Angiolini montó en San Petesburgo en 1766.

Ballet Nacional de Cuba

Dionaea (Herrera / Vilialobos). In the night (Robbins / Chopin). Suite Generis (Méndez / Haendel, Haydn). Dido abandonada (Alonso / Angiolini). Directora general y prima ballerina assoluta, Alicia Alonso. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 7 de septiembre.

Alicia Alonso no ha intentado reconstruir una coreografía definitivamente perdida, sino realizar un homenaje a esa época fundacional del ballet dramático en sentido moderno, apoyándose tanto en la partitura del propio Angiolini (descubierta hace unos años por el investigador italiano Lorenzo Tozzi) como en las ideas reformadoras del teatro musical que Angiolini compartía con su maestro Hilferding, con Gluck (junto al que obtuvo su mayor éxito, Don Juan) y con Noverre, al que le enfrentó una encendida polémica sobre la paternidad del ballet d'action.

El conjunto de la obra tiene vida, en parte debido a la buena articulación del libreto -inspirado también en el del propio Angiolini- y a la escenograria, de Salvador Fernández, que le da el sabor dieciochesco y el empaque requerido por el tema mitológico. La coreografia utiliza el lenguaje de la técnica posterior, pero guarda matices de estilo y desarrolla temas de danzas de la época que contribuyen a la buena ambientación y a la cabal comprensión del drama. El cuerpo die baile -aunque en algunos momentos aparecía algo desorganizado y poco ensayado- lució su buena escuela.

Y Alonso, ¿qué se puede decir de la prima ballerina assoluta a estas alturas? Quizá sólo que ya no baila con su cuerpo sino con su cerebro, lo que puede permitir no ver el estado actual de sus facultades, pero imprime a sus evoluciones una imperial frialdad, al sustituir los impulsos naturales de la dinámica del baile por un complejo de fuerzas que crean un circuito de signos alternativos. Hay grandeza en toda la operación, lo que unido al inmenso respeto y a la aureola mítica en que va envuelta, conmueve al público y al crítico.

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