_
_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Lucha a muerte

COLOMBIA ESTÁ empeñada en una lucha a muerte contra los narcotraficantes y en el envite arriesga nada menos que su propia existencia. Pero Colombia no puede ganar esta guerra en solitario, y de ahí que necesite urgentemente la ayuda que ha solicitado con insistencia a la comunidad internacional. Pero ¿qué clase de asistencia? Dificilmente podría acusarse a país alguno de no poner empeño en luchar contra la droga. Y, sin embargo, ante la creciente marea de la producción, contrabando y consumo de sustancias psicotrópicas, es preciso rendirse a la evidencia de que la sociedad está perdiendo la guerra o está librándola en un escenario equivocado.Para comprender mejor el problema conviene tener en cuenta lo difícil que le resulta a un país en subdesarrollo sustraerse a un juego de oferta y demanda que a lo largo de los años ha hecho extremadamente atractiva la producción de droga no sólo para los poderosos barones de Medellín y Cali, sino para una parte importante de la población. Tampoco puede ignorarse que la economía de Colombia (que tiene una de las tasas de desarrollo más altas de Latinoamérica) ha crecido gracias a la inyección producida por el blanqueo del dinero del narcotráfico. Sólo así se entiende la falta de pudor con la que los delincuentes hacen llamamientos al Papa o se permiten el lujo de ofrecer públicamente correr con la deuda externa del país. Finalmente, no sería legítimo olvidar que la ganancia del narcotráfico se apoya en una demanda constantemente creciente, especialmente en Europa y en EE UU -los norteamericanos gastan anualmente en drogas el equivalente a la mitad del presupuesto español-. Como recordaba hace unos días el nuevo candidato liberal a la presidencia de Colombia, está muy bien que su país limite la oferta, pero sería bueno que los demás limitaran la demanda.

Ninguna de las dos cosas debe hacerse a cañonazos, como pretende el presidente Bush. La estrategia nacional para el control de los estupefacientes contenida en su discurso televisado la pasada noche convierte la lucha contra esta plaga del siglo XX en la prioridad de la Casa Blanca para los próximos años. Pero no debe hacerse, como ofrece Bush, ocupando militarmente un país. Para luchar contra el narcotráfico, Colombia no tiene por qué renunciar a su soberanía.

El plan adolece de un defecto fundamental: sigue siendo un proyecto esencialmente represivo, en el, que destaca ese abominable recurso que es la pena de muerte. Estados Unidos seguirá perdiendo la guerra de, las drogas mientras se dedique a incrementar un aparato de castigo que sirve de poco (es significativo que la persecución del contrabando de marihuana durante la. presidencia de Reagan produjera el efecto exactamente contrario al deseado: la conversión de Estados Unidos, en el primer productor mundial de marihuana). Dedica, el 70% de sus relativamente modestos fondos (8.000 millones de dólares, frente a los 300.000 del presupuesto de defensa) a un aparato de represión que lleva años; demostrando su escasa eficacia, y sólo el 30% al verdadero problema: el porqué del consumo de drogas y los; medios sociales con que hacerle frente. Y el plan de Bush no habla de un punto fundamental para los países productores: ¿en qué pueden ayudar Estados Unidos -y otros países- para sustituir esos cultivos por otros que sean rentables para los campesinos que viven de la coca? Ésa sí sería una ayuda decisiva que no necesita de acorazados.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

El presidente Bush ha ofrecido una conferencia internacional con los países latinoamericanos productores de droga. Sería una buena iniciativa si, en lugar de tratarse de una conferencia de guerra, fuera el embrión de una gran reunión internacional donde se estudiase también la posibilidad de una despenalización del consumo a la vista de la insuficiencia de los medios hasta ahora utilizados. Son ya demasiadas las voces de individuos, de colectividades, de políticos, de científicos y sociólogos, de periódicos de todas las tendencias que dicen que existen mejores métodos que la prohibición para combatir el problema de la droga. No estaría de más tenerles en cuenta.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_