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Electrochoque mortal

Tres enfermos de un psiquiátrico de Cádiz han muerto electrocutados desde el pasado mes de marzo

Tres internos del hospital psiquiátrico El Madrugador, de El Puerto de Santa María (Cádiz), se han suicidado después de que las autoridades sanitarias anunciaran el cierre inminente del centro, dependiente de la Diputación Provincial de Cádiz. En los tres casos, los enfermos se subieron a torres del tendido eléctrico y fallecieron electrocutados. Dos de ellos, encaramándose a torretas situadas en el mismo recinto hospitalario. Después de que éstas fueran tabicadas en sus bases, la tercera víctima eligió otra, ya fuera del hospital y no protegida.

A pesar de que las tres muertes se produjeron en similares circunstancias no hay explicación oficial que las justifique. El director del hospital, José Manuel Cañete, afirma que se trata de enfermos psicóticos crónicos "para los que el suicidio es una posible evolución de su enfermedad". Reconoce, no obstante, que existe una cierta inquietud y ansiedad en los internos tras enterarse, a principios de año cuando se anunciaron los presupuestos de la Diputación, que serían trasladados poco a poco a hospitales de la Seguridad Social ordinarios así como residencias de ancianos.Sin embargo, los trabajadores de El Madrugador atribuyen precisamente a esos traslados el aumento de los suicidios. Según Luis Carneiro, presidente de la junta del personal laboral del centro, "se está desalojando desordenadamente el hospital, dándoles a los enfermos muy poca información sobre su situación y se trata de enfermos que, en muchos casos, llevan aquí decenas de años internados".

El último caso de suicidio es ilustrativo de la situación que se vive en El Madrugador . Miguel Mondéjar Gómez, de 58 años, fallecía el sábado 26 de agosto electrocutado, al subirse a una torreta eléctrica situada fuera del hospital. Le habían anunciado su posible traslado a una residencia de ancianos situada en San Fernando. Miguel Mondéjar llevaba decenas de años viviendo en el hospital y su preocupación se aumentaba ante el futuro que aguardaría a sus cinco hijos, deficientes mentales. Según los empleados del centro, decidió poner fin a su vida, del mismo modo que José Estrada Alba, de 41 años, y Agustín Moreno, de 60 años. Ambos le precedieron, respectivamente, los pasados 15 de marzo y 10 de abril.

Casos extremos

Luis Carneiro considera que las prisas por desmantelar el hospital ha llevado incluso a casos extremos como el de trasladar recientemente a 25 internos del departamento geriátrico a una clínica de Cádiz. "Muchos de ellos eran ciegos y mínusválidos, que estaban perfectamente habituados al hospital. Pues bien, nada más cambiarlos de sitio comenzaron a morirse, uno detrás de otro".

Por su parte, el doctor Cañete estima correcta la política sanitaría de la Junta de Andalucía, empeñada en acabar con los manicomios, y se lamenta de que este tipo de incidentes adquieran una gran relevancia "mientras que no se dice nada del esfuerzo que se está haciendo para establecer una red de asistencia psiquiátrica en toda la provincia". Además, el director del hospital señaló: "Trabajamos para evitar que cunda la preocupación en los enfermos por los rumores sobre sus traslados, asegurándoles que esto no significa por nuestra parte una actitud de abandono, ni mucho menos". El Madrugador se encuentra ubicado en una ex tensa zona de pinares al borde de la bahía de Cádiz, unos terrenos que, según el presidente de la junta de personal, podrían esta siendo disputados por diversas inmobiliarias para la construcción de algún complejo turístico, por lo que no descarta que tras el cierre del hospital la diputación ponga los terrenos en venta.

Mientras tanto, la vida transcurre en el hospital con la rutina habitual. Algunos enfermos pasean por los grandes espacios abiertos. Otros, como José Antonio A. A., de 49 años, que lleva más de cinco en Los Pinitos, mata su tiempo libre cogiendo higos chumbos de una chumbera situada en el mismo recinto. Luego los vende a duro la unidad. Una enferma come uno tras otro sin parar. José Antonio no quiere marcharse, se encuentra a gusto en este hospital que, según dice, le permite estar en contacto con el campo. Teme sentirse encerrado en una habitación o en los pasillos de un hospital cualquiera.

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