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El nuevo presidente panameño pide dialogar con EE UU y promete convocar elecciones

Antonio Caño

El nuevo presidente provisional de Panamá, Francisco Rodríguez, un hombre moderado, pragmático y, según casi todas las opiniones, bienintencionado, ha prometido respetar los intereses de Estados Unidos en este país a cambio de una reanudación del diálogo con la Administración de George Bush. El presidente Rodríguez se ha comprometido también a convocar elecciones en el plazo más breve posible y ha advertido que la destitución del general Manuel Antonio Noriega no se conseguirá con presiones extranjeras.

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Este ofrecimiento, presentado a las pocas horas de que Washington rompiese relaciones con el nuevo Gobierno panameño sonó un poco patético en medio de la oleada de retirada de embajadores latinoamericanos y de las veladas amenazas norteamericanas de intervenir de cualquier modo para conseguir la retirada del general Noriega que sigue detentando el poder en la sombra en el nuevo e ilimitado período provisional.Al designar a Rodríguez como sucesor de Manuel Solís tras la anulación de las elecciones del pasado 7 de mayo, Noriega opta por la prudencia. Semidesconocido políticamente, a pesar de haber ocupado ya antes una cartera ministerial, Rodríguez se había ganado en su anterior cargo de controlador de la República fama de hombre honesto y abierto a la negociación. Hasta la oposición lo reconoce en privado.

Su primer mensaje a la nación, leído en la noche del viernes por las pantallas de televisión, confirmó esta fama. Rodríguez invocó el diálogo y la reconciliación, la unidad nacional y la amistad con todos los países, pero lo dijo con la incredulidad de quien accede al cargo mediante una fórmula inconstitucional y en medio de una crisis creciente.

Rodríguez ni siquiera pudo pronunciar su mensaje, como es habitual, durante su toma de posesión. Al acto oficial, deslucido y brevísimo, no fueron invitádos los embajadores extranjeros acreditados en Panamá por miedo a una espantada masiva. Tuvo que presentar su programa de gobierno por televisión.

Por momentos, el discurso de Rodríguez parecía brillante y bien hilvanado, pero en línea generales resultaba un poco surrealista oír hablar de planes económicos y de reformas estructurales en la Administración a un hombre que debe su cargo al general Noriega, que no sabe hasta cuándo permanecerá en él y que tiene que gobernar en medio de un bloqueo internacional sólo comparable al que sufrió en sus peores tiempos el líder libio Muarrimar el Gaddafi, con quien, por cierto, conversó recientemente por teléfono el hombrefuerte panameño para felicitarle por el aniversario de la revolución en la Ya mahiria.

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Solución a la crisis

En el fondo, la opción Rodríguez es el reconocimiento por partede Noriega de que, pese a sus llamadas a Trípoli o al incremento constante de las relaciones con Cuba, la solución de la crisis panameña pasa por un arreglo de cualquier tipo con Estados Unidos. Para ello, Noriega lleva más de dos años tratando de demostrar a los norteamericanos que no insistan de echarle por la fuerza porque por ese camino nunca conseguirán nada.

El viernes, después de conocer las últimas medidas de George Bush contra Panamá, Noriega se limitó a comentar que "Maisto [el hombre que dirige ahora la representación diplomática norteamericana en Panamá] sigue informando mal a su presidente". Noriega insiste en su línea tradicional: el malo no es el Gobierno norteamericano, sino ciertos sectores de la Administración.

Francisco Rodríguez, un ingeniero agrónomo de 50 años a quien sus amigos conocen por Pancho, fue más explícito. El presidente interino hizo un llamamiento a Estados Unidos para que reflexionase acerca de su política sobre Panamá, y le pidió "reconocer que la política de atropellos contra nuestro país no responde, a fin de cuentas, a la prosecución sensata, cuerda y realista de muchos intereses de EE UU que nosotros aceptamos y reconocemos" "Estoy seguro", añadió, "de que hay muchos intereses importantes de Estados Unidos que son perfectamente conciliables con el interés nacional de Panamá, sin necesidad de menoscabo del prestigio de ellos ni de sacrificio alguno de nuestra dignidad".

Reconciliación

Rodríguez prometió que el régimen panameño volverá a ser democrático una vez que la reconciliación con EE UU permita la mejora de la situación: "Nadie con el peligro de un puñal en la espalda puede estar pensando en cómo desarrollarse, sino en cómo defenderse", dijo. Aseguró que los militares, que hoy controlan políticamente el país, no serán un obstáculo para la democratización, sino que, por el contrario, "siguen comprometidos" con ella, "pero están igualmente obligados a la defensa de la nación panameña y del legado torrijista de dar sustancia y contenido social a los conceptos de justicia y libertad".Para Estados Unidos, todo esto son palabras huecas; su único interés confesado es que Noriega deje la jefatura de las Fuerzas de Defensa, y en eso no se ha avanzado. En Quito, el fracasado negociador por mandato de la OEA, Diego Cordovez, ha pedido que no se tomen medidas que entorpezcan el camino a la democratización panameña y la convocatoria de elecciones.

El espectador de lujo de todo este proceso sigue siendo la propia oposición panameña. Los mismos líderes políticos que se ganaron el respeto mundial al ser golpeados en mayo pasado por grupos paramilitares asisten hoy confundidos y sin alternativas a un nuevo intento de consolidación en el poder del general Noriega.

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