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SAN SEBASTIÁN DE LOS REYES

Chico pero matón

Espartaco Chico sustituyó al anunciado Juan Mora, que está lesionado. Seguramente su hermano -Espartaco,el famoso- hizo influencia para ello, pues como no tiene cartel, de otra forma no se explica. Da un poquillo de coraje que sigan funcionando las recomendaciones, hasta para torear (o, sobre todo, para torear, por cierto). Sin embargo, tras haber visto lo que se vio, no cabe más remedio que felicitar al que recomendó, al que aceptó la recomendación y al recomendado. Sobre todo al recomendado, que será chico -Espartaco Chico le llaman- pero también matón, a la manera de Pancho López. Su toreo constituyó una grata, sorpresa.Se esperaba que ese toreo fuera una nueva versión -chica, naturalmente- del que Espartaco grande suele ejecutar. No por nada sino por simple ley genética. Y resultó, en cambio, que ni versión nueva, ni chica, pues el Espartaco joven lo interpretó basándose en los mismísimos cánones de la tauromaquia. Oh, sí: dió la larga cambiada, inició de rodillas su primera faena, iba por el ruedo con la sonrisa puesta, y eso es justamente el espartaquismo que tiene registrado su hermano mayor, pero sólo hasta ahí le duró el contagio. Lo que siguió consistió en un decidido propósito de torear puro, ser él mismo: Espartaco, chico y matón.

Moreno / Ortega, Espartaco, Espartaco Chico

Toros de Alonso Moreno de la Cova, indecorosos, desmochados, flojos. Ortega Cano: pinchazo y estocada (silencio); pinchazo, estocada corta, rueda de peones y tres descabellos; rebasó en casi cuatro minutos el tiempo reglamentario (aplausos con algunos pitos). Espartaco: pinchazo, bajonazo y dos descabellos (silencio); estocada trasera y rueda de peones (palmas). Espartaco Chico: estocada y dos descabellos (oreja), estocada delantera y descabello (oreja); salió a hombros. Plaza de San Sebastián de los Reyes, 28 de agosto. Cuarta corrida de feria.

Así que Espartaco Chico (y matón) adelantaba el engaño, cargaba la suerte, templaba fino, vaciaba seguro donde debía vaciar y ligaba las tandas de naturales y redondos. Claro que la obra no era tan perfecta, e imperfecciones había allí, como meter el pico. Nada nuevo, por otra parte: el pico lo mete la masa entera de coletudos, y cuanto más escalafonada, más lo mete.

Al tercer toro le hizo Espartaco Chico faena bien estructurada y mejor sentida; al sexto, con mayor empeño pegapasista. A ambos los estoqueó rápido y obtuvo un estimable triunfo. Aunque un triunfo fácil también, pues los toros -se debe aclarar- eran impresentables. El desmoche había hecho pasto de sus cabecitas y cuando aparecían por los chiqueros, a la gente le daba la risa.

Un sector de público reprochaba a Ortega Cano el deshonor que le hacía, presentándose en su pueblo con semejante saldo. Ortega Cano lo compensaba depurando su técnica torera, que le salía forzadilla. Luego de aplicar al cuarto una interminable faena, intentó romper el numerito clásico de Espartaco girando lentamente de rodillas junto a los cuernecines y dando un pase de espaldas, en el más estricto estilo espartaquista. Finalmente besó el mocho pitón y duró tanto el beso, que debió dárselo de tornillo.

El numerito clásico de Espartaco quedó roto, en efecto, mas no porque se anticipara a ejecutarlo Ortega Cano sino por la naturaleza complicada de sus toros. El segundo embestía probón e incierto, el quinto se paraba cabeceante en la suerte. Espartaco porfió, consintió, y fue inútil. Espartaco el mayor tenía torcida la tarde mientras al chico le salía redonda, por adentrarse en unos senderos de arte que a su hermano le deben parecer la selva virgen.

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