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CAMBIO Y AGITACIÓN EN EL ESTE

La RFA cierra su embajada en Praga por la "invasión" de refugiados

ENVIADO ESPECIAL Kai Fischer, a sus 27 años, está al borde de las lágrimas cuando ve cerrada la Embajada de la República Federal de Alemania (RFA) en Praga, decisión puesta en práctica ayer por Bonn ante el tremendo flujo de ciudadanos de Alemania Oriental (RDA) que quieren huir a Occidente.

Ha vendido todas sus pertenencias en Eberswalde, una localidad cercana a Berlín Oriental. Ayer intentaba refugiarse en la misión diplomática de Bonn para forzar su emigración a Occidente. No consiguió el preciado visado hacia Hungría y cuando, el pasado viernes, recibió desde Giessen (en la RFA) una llamada telefónica de su novia, que había utilizado un viaje turístico a Budapest para cruzar ilegalmente la frontera hacia Austria y llegar a la RFA, se decidió a correr el riesgo.

"No tengo nada que perder", dice este jovencísimo profesor, que lleva siete años esperando un permiso de emigración legal, que ya le ha sido negado dos veces.

Kai es uno de los cientos de alemanes orientales que pasaron ayer por delante de la Embajada de la RFA en Praga, y vieron con alarma que el palacio Lobkowicz está cerrado. Esta Embajada es la tercera misión diplomática de la RFA que se ve obligada a cerrar en las últimas semanas por la masiva presencia en su interior de ciudadanos de la RDA, que se niegan a abandonarla si no es con garantías de emigrar a Occidente.

Varios cientos de alemanes orientales volvieron a cruzar ayer la frontera húngara hacia Austria. Ni siquiera la muerte de un fugitivo, en un forcejeo con guardias fronterizos húngaros, el pasado martes, ha tenido el efecto disuasorio que las autoridades de Berlín Este le quisieron dar, publicando ayer el suceso en sus principales medios.Incapacidad para educar

Kai era profesor en Eberswalde hasta hace unos años, cuando el director le vino a comunicar su cese argumentando que, por su postura ideológica, no está capacitado para educar a personas socialistas. Antes había pasado tres meses en una prisión militar y un año y medio en el servicio militar sin armas, como objetor. Desde entonces ha vivido de trabajos ocasionales.

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Kai estaba a punto de cometer una tontería cuando lo encontró el corresponsal de EL PAÍS. Al enterarse por unos compatriotas de que la Embajada de la RFA estaba cerrada, se fue a la norteamericana y, sorprendiendo al marine de guardia en la puerta, logró introducirse en sus oficinas.

Una vez dentro, pidió asilo político y dejó claro que, de ser expulsado, sería víctima de represalias, lo que en Checoslovaquia es mucho mas cierto si cabe que en Hungría. Pese a ello, la misión norteamericana se deshizo de él, entregándole una ridícula carta de presentación para un diplomático de la RFA ilocalizable. Ninguna embajada ofrece ya refugio.

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