Juan Pablo II ora ante la Virgen de Covadonga, "esencia y latido de España"
ENVIADO ESPECIAL Juan Pablo II oro en la mañana de ayer ante la Virgen de Covadongra, "esencia, altar mayor, latido de España y una de las primeras piedras de la Europa cristiana". En la ceremonia estuvieron presentes el príncipe Felipe de Borbón, el arzobispo de Oviedo, Gabino Díaz Merchán; el pleno del patronato del santuario y 6.000 fieles convocados por rigurosa invitación.
Tras haber citado a don Pelayo, el papa Wojityla afirmó que la Santina es también "madre y maestra de la fe católica", en una oración-poesía compuesta por él mismo y que recitó de rodillas en la gruta ante la imagen de la Virgen, vestida con su manto rojo. Los fieles pudieron seguir la ceremonia desde el exterior a través de una pantalla gigante y de un imponente aparato de megafonía que esparcía la voz del Papa por esos prados y montañas maravillosas, que se alzaban ayer mañana más sugestivos si cabe, por el sol que se filtraba a través de la bruma matutina.
Recuerdo a los mineros
Juan Pablo II, tras haber recitado su, plegaria, en la que recordó a "los mineros con su duro e inclemente trabajo", y después de ofertarle a la Virgen "todos los emigrantes de esta tierra", permaneció, con la cabeza inclinada y en profundo recogimiento, 14 infinitos minutos de silencio, lo que puso en grave aprieto al locutor de la televisión, que retransmitía el acto en directo, quien, afirmó: "Me da rubor interrumpir este silencio ... Al Papa se le ha perdido el tiempo".
Ni siquiera en Auschwitz, el terrible campo de concentración nazi de Polonia, en la infernal celda de la muerte, el Papa Wojtyla había permanecido, durante el primer viaje a su tierra natal, tanto tiempo de rodillas, en silencio, como ayer ante la Virgen de Covadonga, a quien llegó a adjudicar una nueva "bienaventuranza", que el Papa definió como "la primera de todas las bienaventuranzas", la que reza: "Dichosa tú porque has creído". En Covadonga, durante la homilía de la misa, el Papa polaco afirmó que esta Virgen y este lugar constituyen "una de las primeras piedras de Europa, cuyas raíces cristianas ahondan en su historia y en su cultura", ya que, subrayó el Papa, "el reino cristiano nacido en estas montañas puso en movimiento una manera de vivir y de expresar la existencia bajo la inspiración del Evarigelio". Y Juan Pablo II colocó con confianza "a los pies de la Santina" el proyecto de "una Europa sin fronteras que no renuncie a las raíces cristianas que la hicieron resurgir.". Y gritó. "¡Que no renuncie nunca al auténtico humanismo del Evangelio de Cristo".
Tuvo Juan Pablo II un recuerdo, en la homilía de la misa, para su alteza real el príncipe don Felipe de Borbón, "felizmente vinculado", dijo el Papa, "a este lugar mariano, como príncipe de Asturias". El príncipe, a quien el Papa recibió sólo como presidente del Patronato de Covadonga -por ello el encuentro no ha figurado en el programa oficial vaticano del viaje-, aunque en un primer momento no tenía que haber dirigido unas palabras al Papa, al final el protocolo vaticano lo consintió, y también Juan Pablo II le respondió citando a don Pelayo y definiendo a Covadonga como "esencia de España".
El discurso del príncipe Felipe al Papa empezó así: "Aquí en Covadonga, como consecuencia de la victoria de las tropas cristianas que acaudilló Pelayo, nació el reino de Asturias". Y añadió: "Pero en el reino de Asturias está también el origen mismo de la nación española".
El Prínicipe dijo también en su discurso: "Covadonga y su Virgen, la Santina, constituyen una referencia honda y perdurable para todos los españoles: y de forma muy especial para los asturianos. La devoción hacia este lugar y su patronato es una señal de identidad colectiva que supera cualquiler diferencia".
El Papa, tras su larguísima meditación ante la Virgen, le colocó en la mano derecha, junto a la flor de oro, un rosario blanco de perlas.
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