Como un desierto
Niños marroquíes llegan deshidratados tras miles de kilómetros sin reposo
El 70% de las asistencias médicas que se practican a los usuarios del área de descanso marroquí de Villafranca (Córdoba), en la N-IV, es a niños entre uno y siete años que llegan deshidratados tras miles de kilómetros sin reposo.Los médicos de la Dirección General de Tráfico encargados de este servicio no dan abasto para aplicar suero oral a los múltiples chavales que llegan hacinados en los coches desde Francia, Bélgica y Holanda, con los labios resecos y muchos de ellos con gastroenteritis.
Sus padres, mientras, solicitan a los sanitarios colirio para unos ojos que llevan demasiado tiempo abiertos y en tensión, y piden, de manera más o menos directa, anfetaminas o estimulantes para seguir su camino. Lo primero se les facilita gratuitamente. Lo segundo se les niega.82.500 personas de nacionalidad marroquí han pasado este año por el área de descanso de Villafranca, del 24 de junio al 5 de agosto, fechas en las que está abierta, desde que comenzó la operación salida, según el jefe provincial de Tráfico de Córdoba, Pedro Alcántara. Este servicio apenas lleva seis años funcionando, y, se puso en marcha para intentar que los viajeros hicieran algunas paradas en el camino y compraran con antelación su billete de barco hacia Marruecos para evitar aglomeraciones en Algeciras (Cádiz). Pero al principio no se fiaban y apenas utilizaban sus prestaciones. Ahora, las cosas han cambiado.
Villafranca ofrece al marroquí una extensión de terreno al margen de la N-IV con árboles, sombra y agua. Allí hay un bar, baños y duchas, un puesto de la Cruz Roja, un parque infantil, una agencia de viajes donde pueden adquirir el pasaje hacia Ceuta y Tánger, así como realizar los cambios de moneda que deseen, un intérprete que envía la Media Luna Roja (Cruz Roja marroquí) y los correspondientes equipos médicos y técnicos que aporta la Administración española.
La casa a cuestas
Los usuarios tipo son familias numerosas, que llegan a hacinarse en vehículos que, por fortuna, van mejorando los últimos años. Los coches parecen una sucursal de la propia vivienda: hay alimentos, neveras, menaje, bombonas de butano y todo lo necesario para montar una casa. Cuando lleguen a su punto de destino en Marruecos deberán instalarse por su cuenta y demostrar a sus parientes que no carecen de nada.En cualquier caso, por ahorrar tiempo y dinero, estos turistas apenas recalan en los 2.000 o 3.000 kilómetros de itinerario hasta Algeciras. A lo largo del camino comen ensaladas, pan, dátiles, té, fruta... En suma, mucho hidrato de carbono y nada de carne o proteínas. Cuando se bajan del coche en Villafranca, sus hijos presentan síntomas inequívocos de deshidratación: bocas resecas, vómitos y fiebre. Algunos con gastroenteritis. Pero los padres no consienten, explican los médicos, que sus hijos sean ingresados en un hospital, bien por no perder más tiempo, bien porque tengan ya adquirido el billete de barco.
El varón, cabeza de familia y conductor, descabeza un sueño mientras su esposa vigila los enseres, con el resto de la parentela sentada en una esterilla que extienden en el suelo. La media de estancia es de tres horas, lo justo para reponer unas fuerzas exhaustas que convierten al conductor marroquí en el terror de las carreteras españolas.
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