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Sobrevivir en Beirut

La vida entre bombas ya es un hecho normal y rutinario en la capital de Líbano

Ángeles Espinosa

ÁNGELES ESPINOSA, ENVIADA ESPECIAL, Al despertar no se es consciente de hacerlo en una ciudad en guerra. El sol entra radiante por la ventana, el periódico del día está sobre la mesa, incluso suenan los últimos éxitos musicales en la radio. Ha sido uno de esos escasos días, desde que hace cinco meses se iniciara esta nueva guerra libanesa, en que no ha sido necesario bajar al refugio durante la noche. La ilusión dura poco. Sin agua para darse una ducha, sin gas y con velas como sustituto de la electricidad, la vida cotidiana se convierte en una verdadera aventura por la supervivencia. Más allá del terror de las bombas la población se encuentra desquiciada por la normalización de una forma de vida al límite de lo humanamente soportable.

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"Se ha roto con todas las rutinas de la normalidad", confiesa un residente de Hadath, uno de los barrios más afectados por los combates en el sector este de la ciudad. "Se vive o, mejor dicho, se sobrevive con lo imprescindible, y gracias". F. N. ha dejado de acudir al gimnasio, de compras o a cenar con los amigos un par de noches a la semana. "Imposible, todo está cerrado". Ahora se ve constreñido día tras día a las cuatro paredes de su casa, cuando no a las más opresoras de su refugio subterráneo.Aun así, F. N. no puede quejarse. Aunque obligado por su trabajo a permanecer en Beirut, dispone al menos de una fuente de ingresos que muchos otros ciudadanos han empezado a perder. La carencia de electricidad, agravada en el Este por el racionamiento de los carburantes impuesto por el bloqueo, ha obligado a cerrar muchos talleres y oficinas. Incluso cuando es posible producir, los propietarios tienen miedo de almacenar productos que unas horas después pueden saltar por los aires. En las escasas tiendas que aún permanecen abiertas, los empleados miran con sorpresa la entrada de un cliente. Sólo los supermercados escapan a esta regla. Catorce años de guerra han enseñado a los libaneses a abastecerse para lo que pueda venir, pero ante la dificultad de hacer funcionar los refrigeradores se impone la compra diaria. "Prácticamente, hay de todo. A condición de que puedas pagarlo", reconoce Josephine, una madre libanesa convertida por la guerra en hacedora de milagros.

En el Este (sector cristiano) se culpa al bloqueo sirio del 50% que se han incrementado los precios desde el inicio de las hostilidades. En el Oeste (sector musulmán) la dificultad radica en encontrar dónde abastecerse, con un 90% de la población escapada a zonas menos peligrosas del país. El bloqueo es, sin embargo, más político que económico. Las dificultades han encarecido los productos, especialmente la gasolina, pero cada día cuatro o cinco barcos logran entrar en alguno de los puertos. Además, los sirios han permitido la entrada de algunos camiones con gasóleo y otros carburantes.

Los dirigentes del Este han enviado a sus hombres al exterior en busca de apoyo no sólo político o militar, sino, sobre todo, estructural. Según informaciones recabadas por EL PAÍS, tras haber logrado la compra de gas, el Gobierno del general Aún busca estos días un barco cuyo armador esté dispuesto a realizar tres viajes a cualquiera de los puertos que controla, "incluso bajo bombardeo, si se produjera". De acuerdo con el borrador que lleva en su portafolios el funcionario del Ministerio de Petróleo encargado de, esta misión, el propietario deberá facilitar también la tripulación "en las mismas condiciones".

Este mismo funcionario, que hace doblete en el Deuxième Bureau (Servicios Secretos) de las fuerzas libanesas, tiene previsto trasladarse en los próximos días a Nakura, en la frontera con Israel, para consultas con oficiales de ese país sobre el restablecimiento de la línea Yunie-Nakura. A tal fin se dispone ya de un precompromiso con un barco de bandera finlandesa, capaz de alojar a mil pasajeros. Este enlace, que ya estuvo en servicio hace tiempo, se ha revelado especialmente necesario ahora por el bloqueo.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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