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Cuenta atrás para el teatro Real

González-Valcárcel presentó ayer en El Escorial su proyecto de reconversión del edificio

La reconversión del teatro Real de Madrid en teatro de ópera ha entrado en la fase de la cuenta atrás, si se mantiene la fecha de inauguración para el mítico 12 de octubre de 1992. El arquitecto José Manuel González-Valcárcel, que ayer presentó, en un curso sobre el futuro de la ópera que se celebra en El Escorial, el proyecto básico de las obras, reconoció que el tiempo era justo, pero que aún se podía conseguir. El proyecto de desarrollo, fabricación y montaje de la maquinaria escénica, que supone una inversión de 2.200 millones de pesetas, ha sido ya adjudicado a una empresa alemana.

La maquinaria escénica es la parte de las obras que requiere unos tiempos de ejecución más largos. Por ello, a principios de año se abrió ya el plazo de presentación de proyectos, que finalmente ha sido fallado a favor de una nueva firma alemana integrada por dos empresas, una de la República Federal y otra de la Democrática. Esta empresa deberá presentar en noviembre el proyecto ejecutivo, al requerir el proceso de fabricación y montaje un plazo de realización mínimo de un año. Los 8.370 metros cuadrados que ocupa el escenario estarán equipados, según hizo saber ayer el director de las obras, González-Valcárcel, en el transcurso de su ponencia, con los últimos adelantos técnicos para el cambio de decorados. En el escenario se instalarán cinco plataformas elevadoras de 18 metros de ancho por tres de fondo cada una, con una altura de cuatro metros.

En la chácena -parte posterior del escenario- se ubicarán otras cinco plataformas similares, más un giratorio desmontable de 18 metros de diámetro. Todo ello, junto con los telares situados por encima del escenario y de la chácena, permitirá tener montados a la vez tres escenarios.

Foso convertible

También el foso de la orquesta estará equipado con dos plataformas elevadoras que permitirán delimitar un espacio de 114 metros cuadrados, apto para 95 músicos, y otro de 156 metros cuadrados, para una formación de cerca de 140 intérpretes. Las plataformas permitirán, además, eliminar por completo el foso, de forma que parezca la continuación del escenario, para la realización de recitales. El segundo cometido que prevé el proyecto básico, presentado auer por González-Valcárcel, es la iluminación, cuyo coste previsto es de 500 millones de pesetas. El número de circuitos será de cerca de 900, y la potencia necesaria para los 825 proyectores equivaldrá a la que precisa un barrio entero de la ciudad.

Posteriormente se abrirá el concurso para la adjudicación de la obra civil, cuyo coste está presupuestado en 3.100 millones. Las obras de reconversión afectarán a los 37.453 metros cuadrados de la superficie útil del edificio.

Los problemas que se plantean para la realización de tales objetivos en el tiempo previsto son de diferente orden. Por un lado existen cuestiones de carácter técnico que precisan elaboradas soluciones: por ejemplo, el paso del metro por debajo de un lateral del edificio, que puede perjudicar su acústica. González-Valcárcel señaló que, según él, de circular los trenes por esa zona a menor velocidad, el problema podría quedar en parte solventado. La acústica de la sala, según los expertos, es excelente, con un tiempo de reverberación a frecuencias medias de 1,2 segundos.

Otros problemas son de orden político. En el Real aún están ubicadas las dos compañías, clásica y española, del Ballet del Teatro Lírico Nacional, que próximamente se trasladarán a un edificio de la calle de Atocha. Igualmente, el Conservatorio de Música y la Escuela de Danza, también situadas en el Real, se trasladarán próximamente a nuevas sedes. Por el contrario, la Escuela de Arte Dramático no cuenta aún con un espacio alternativo. Esta carencia deberá estar resuelta antes del comienzo de las obras.

Por otra parte, si ya se han hecho públicos los nombres de Antoni Ros-Marbà y José Luis Tamayo para la dirección musical y técnica del centro, respectivamente, aún no se conoce quién será el director artístico, que, de hecho, debería ya estar programando si realmente el teatro quiere inaugurarse en 1992.

Pese a todo ello, José Manuel González-Valcárcel, que forma equipo con su hijo Jaime González-Valcárcel y con Miguel Verdú, manifestó su plena confianza en la resolución de los escollos. El encargado de dirigir la reforma ya realizó en 1966 los trabajos de reacondicionamiento del Real como sala de conciertos. Convencido de que tal encargo suponía dejar a Madrid huérfano de ópera, presentó al ministerio unos planos de reforma que luego no se correspondieron con la obra. Ésta dejó intactas las estructuras del escenario, y gracias a ello pueden ser hoy recuperadas. A González-Valcárcel esto le supuso un alejamiento del Ministerio de la Vivienda, donde trabajaba.

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