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XIII FESTIVAL DE JAZZ DE VITORIA

Escaparate de una tradición acústica

La XIII edición del Festival de Jazz de Vitoria finalizó el pasado fin de semana con la actuación de Andy Summers y su opción se vislumbra como una de las más atractivas y coherentes que han pasado por este festival. Summers es un guitarrista excepcional, lo demostró en Vitoria en sus largos soliloquios cargados de ideas provocadoras.El certamen alavés había apostado, no por decisión meditada e inamovible,. sino por culpa de las pobres ofertas del mercado, por una cierta tradición acústica; sólo la clausura, en manos de Summers, escapaba por las puertas de la electricidad y la aventura estética.

El resultado artístico ha sido prácticamente insuperable, pero la reacción del público no tan notable como podía esperarse. No puede hablarse de pinchazo, pero tampoco se han alcanzado los llenos de ediciones anteriores. Las condiciones atmosféricas, en forma de calor asfixiante o lluvia torrencial, no han ayudado mucho al festival, pero en otros tiempos ningún fenómeno meteorológico hubiese detenido a nuestros recalcitrantes jazz-fans. El problema del Festival de Vitoria, como de todos los que pueblan Europa, está ahí: nuestros aficionados están perdiendo su curiosidad ante la continua posibilidad de acceder en vivo o en disco a lo mejor del panorama mundial y, por tanto, un Modern Jazz Quartet más o menos no le acortará a nadie un día de vacaciones.

¿Existen verdaderas novedades capaces de mover al aficionado? Todo parecía indicar que Andy Summers lo era, pero el polideportivo alavés tampoco se llenó; fue el día en que se vendieron más entradas, pero todo parecía medio vacío al fallar la práctica totalidad de los abonados, que ya habían colmado sus ansias con los cinco conciertos precedentes y no estaban para aventuras.

Queda claro que la ideología del festival dejazz veraniego ha de cambiar. O cambia la programación y se abre a otras músicas, caso del festival donostiarra, o se acepta la disminución de público como un hecho real e incuestionable de la progresiva normalización jazzística del país.

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