La cátedra dijo no
JOAQUIN VIDAL Julio Aparicio causó sensación con el borrego, luego el novillo encastado le impuso respeto y su presentación ante la cátedra madrileña acabó en fracaso. La cátedra madrileña dijo no. Algo amostazada estaba la cátedra con esa presentación, tan cuidada, en la que el novillero llevaba por delante a todo un matador de toros en plan de tapadera o comparsa, y se reservaba para él solito la bombonería de Torrestrella. Algo amostazada estaba la cátedra y más que se amostazó al contemplar la anemia del primer novillito. La acorazada de picar hizo una comparecencia testimonial y el individuo tocado de castoreño que la enseñorea, contuvo su habitual furor combativo para comportarse con el novillito anénuco como una madre.
Corrida mixta / Vázquez, Aparicio
Dos toros de Torrealta, con trapío, flojos, encastados; 1º, sobrero de Joaquín Barral, cinqueño con trapío y noble, que sustituía a otro sobrero, inválido, de Antonia Julia de Marca y este a un inválido de Torrealta. Curro Vázquez: pinchazo y estocada corta perdiendo la muleta (silencio); estocada corta atravesada y rueda de peones (ovación y salida al tercio); pinchazo bajo a un tiempo, pinchazo bajísimo, otro hondo atravesado bajo y dos descabellos (división y saluda desde el tercio). Tres novillos de Torrestrella, terciados, 1-1 inválido y pastueño, resto encastados. Julio Aparicio, nuevo en esta plaza: pinchazo, estocada contraria que asoma y dos descabellos (insistente ovación y salida al tercio); pinchazo, estocada corta y rueda de peones (algunos pitos); estocada corta atravesada contraria y tres descabello (pitos). Plaza de Las Ventas, 16 de julio.
Por este motivo pudo tomar dócilmente la muletilla graciosa que le ofrecía el debutante. La tomó bien y el debutante se la ofreció mejor. Naturales despaciosos, redondos desmayados iban ganando la admiración de la cátedra, y cuando el debutante, Julio Aparicio en el estrado, marcaba ayudados con la mano izquierda y convertía la tauromaquia en un embrujo, la admiración se hacía asombro, estupor, pasmo. Los catedráticos se daban codazos y convenían que allí había torero, si se hacían la ilu sión de que también había toro.Habrían de corroborarlo des pués, dependiendo de lo que-sa liera. Y lo que salió no era toro precisamente (ni debía serlo), tampoco el novillo cuajado habitual en estos pagos, pero tenía es tampa, también nobleza, sobre todo casta, y ahí le dolió. La casta preocupa a los toreros queb.radizos, y la inquietud superó al estro. Con la casta no debía de haber contado Julio Aparicio, que veía venir noble-boyante la em bestida, aunque también vivazseria. Demasiado para su sensible espíritu. No se acopló ni con el vareado negrito, ni con dije capuchino bragao girón, capricho de los verdes campos de Medina Sidonía, donde rompía corazones entre las vaquillas locuelas.
Para Curro Vázquez salían torazos de aparatosa caja, serios y bien armados. También inválido6 y nobletones, lo que no dejaba de ser un consuelo para el matador, y le daba opción a explayar su mejor torería. Es decir,que no aceptó de ninguna manera el papel de comparsa y se gozó -e hizo gozar a la cátedra- interpretando el toreo puro. La mejor faena se la hizo al segundo, con muletazos hermosísimos, sensacionales los ayudados, y dominando la situación, a pesar de que a veces se presentaba azarosa, en forma de coladas y otros peligros. También dio lidia artistica al primer toro, que se quedaba corto. En cambio estuvo Curro Vázquez por debajo de la nobleza del tercero, al que empezó a torear con ayudados por alto magistrales, siguió bien en redondo, y luego la faena fue decayendo.
Decayó la faena como decaía la tarde. A Julio Aparicio le quedaban pocos créditos y los acabó de perder cuando le hacía remilgos al sexto. La cátedra le puso un suspenso y se fue de allí comentando lo que habrían dado tantos novilleros por verse en Las Ventas con Torrestrellas así de guapos, en lugar de los catafalcos que les suelen solatar, y encima han de estar agradecidos.
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