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Fusilados al amanecer los cuatro militares cubanos condenados por narcotráfico

Los cuatro militares que traicionaron la revolución de Fidel Castro fueron ejecutados ayer, al amanecer de una mañana radiante, en algún lugar de La Habana. Cuando la emisora Radio Rebelde transmitió, poco antes de las nueve de la mañana (media tarde en España), las primeras noticias sobre el cumplimiento de la sentencia contra los condenados (entre ellos, el multicondecorado general Arnaldo Ochoa) por narcotráfico y otros delitos contra el Estado, la ciudad apenas se desperezaba de una noche larga y calurosa.

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El embajador español hizo gestiones para conmutar las penas

El diario oficial Gramma, que, como era obligado, incluyó en su primera página las cuatro líneas en que informaba de la ejecución de la sentencia, salió ayer con retraso, por lo que fueron las emisoras las que hicieron enmudecer a la gente. Todo el mundo esperaba la noticia, pero hasta ese momento no comprendieron que los cuatros rostros que les habían robado el sueño después de largas sesiones del juicio televisado habían dejado de existir.El general Amaldo Ochoa, el coronel Antonio de la Guardia, el mayor Amado Padrón y el capitán Jorge Martínez murieron por fusilamiento en un recinto militar, a cargo de una unidad de las fuerzas armadas revolucionarias. El oficial al mando del pelotón procedió después a disparar el tiro de gracia. La información oficial distribuida no precisa la hora exacta ni otras circunstancias del suceso. Y, por supuesto, no se sabe si el último pensamiento de Ochoa ante el paredón fue para Fidel, como él mismo había prometido durante su intervención en el tribunal de honor.

Ochoa tardará tiempo en salir de las cabezas de los cubanos. Le han visto defenderse gallardamente ante los 47 generales que decidieron sobre su vida. También han sabido de los sucios negocios en los que estuvo implicado durante años, pero, con la extraña solidaridad que se da en todas las partes del mundo hacia las personas que saben ganar dinero fácil, esto no fue suficiente para acabar con la imagen del antiguo héroe nacional.

[Las reacciones a los fusilamientos fueron ayer escasas y moderadas en la condena. En España, el ministro de Exteriores, Francisco Fernández Ordóñez, reiteró que el Gobierno está contra la ejecución de la pena de muerte, pero respeta el "derecho positivo" de cada país. Fuentes diplomáticas aseguraron que el embajador en La Habana efectuó gestiones ante las autoridades cubanas para que se conmutaran las penas.]

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Editorial en la página 14

Ochoa, Villano para algunos y héroe para otros

Viene de la primera páginaDurante muchos días, a lo largo de una crisis que se descubrió hace justamente un mes, la población manifestó abiertamente su horror por los delitos cometidos y su rechazo por el enriquecimiento de los acusados. La televisión los fue convirtiendo, sin embargo, en los villanos de telenovela con los que el espectador se familiariza y cuya muerte, finalmente, no desea.

Mucha gente hubiera deseado una mayor generosidad con el hombre que ganó la guerra de Etiopía contra Somalia y que arriesgó su vida en tantas ocasiones por Cuba.

El propio presidente cubano, Fidel Castro, reconoció estos caprichos de la opinión pública en su intervención del pasado domingo -conocida el martes- durante la reunión del Consejo de Estado, en la que se decidió no conmutar la sentencia impuesta por el tribunal militar.

En lugar desconocido

No se conoce por el momento el destino de los restos mortales de los cuatro ejecutados ni el lugar exacto en el que se procedió a la ejecución. La última pena capital, aplicada en 1987 contra un reo condenado por un delito común, tuvo como escenario La Cabaña, una fortificación militar construida por los españoles frente a la bocana del puerto de La Habana. En ese lugar fueron pasados por las armas los oficiales del régimen de Fulgencio Batista y los primeros acusados de traicionar la Revolución.

En la Necrópolis de Colón, el único cementerio de La Habana, situado en el, en otros tiempos, distinguido barrio de El Vedado, todavía no se registraba ayer ningún movimiento que indicase que las cuatro fosas estaban listas. En el panteón militar de ese camposanto reposan muchos de los mártires de la Sierra Maestra, principal foco de la Revolución triunfante el f de enero de 1959.

Fue precisamente en el nombre de los principios de esa Revolución en el que Fidel Castro llevó hasta el paredón a los cuatro militares envueltos en un escandaloso caso de tráfico de drogas. Se pone así punto y final a la crisis más compleja y trascendente de 30 años de régimen socialista en Cuba.

El caso se inició con la detención el 12 de junio pasado del general Ochoa por comercio ¡legal de marfil y diamantes, además de otra serie de actividades económicas ¡lícitas que habían desviado su interés en la conducción de la guerra de Angola, donde se desempeñó hasta este año como jefe del ejército cubano.

Lo que parecía un asunto a resolver entre el círculo reducido de las fuerzas armadas, acabó convirtiéndose, después de las investigaciones realizadas, en una gigantesca trama de narcotráfico. El Gobierno cubano averiguó las conexiones de Ochoa con el jefe del departamento MC del Ministerio del Interior, Antonio, Tony, de la Guardia, también ejecutado ayer, y las de ambos con el jefe del cártel de Medellín, Pablo Escobar.

Todos ellos habían realizado en el último año y medio operaciones con las que consiguieron introducir en Estados Unidos seis toneladas de cocaína producida en Medellín, y tenían planes de Revar a cabo nuevos y más ambiciosos envíos.

Fidel Castro, que se atrevió a llamar "hijos de puta" a quienes acusasen a Cuba de estar implicada en el narcotráfico, dijo haber tenido las primeras sospechas de que la acusación podría ser cierta cuando hace unos meses leyó las declaraciones de un traficante de drogas ante un tribunal norteamericano, en las que decía que fumaba puros del cajón de Fidel Castro.

Su sensación de ridículo y su convicción de que Cuba se encontraba ante el más dificil desafío de su historia reciente llevaron al presidente cubano a ordenar una depuración a fondo, en un intento de lavar su propia imagen y la de la Revolución, y al mismo tiempo reforzar su autoridad y la disciplina de las fuerzas armadas en momentos en que la perestroika soviética había aislado a Cuba del resto de los países socialistas.

"A Hungría o a Polonia"

Fue precisamente este marco político -confirmado con las palabras de Raúl Castro al destapar el caso: "Al que no le guste que se vaya a Hungría o a Polonia"-, unido a la personalidad rebelde del. principal militar ejecutado, Ochoa, y a la posterior restitución de altos cargos de la Administración, el que llevó a pensar a algunos observadores que el caso Ochoa era en realidad un golpe militar abortado.

Fidel Castro y su hermano Raúl han hecho, sin embargo, esfuerzos inusitados para desmontar esa versión y para demostrar su sinceridad en la persecución del narcotráfco. Durante el proceso, de características inhabituales en un país como Cuba, se presentaron pruebas suficientes de la amplitud del cártel de La Habana, y se trató de evidenciar que las cualidades políticas de Ochoa eran sólo un ingrediente más de la crisis, no su eje principal.

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