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Crítica:CINE / 'THE PROWLER'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El ojo del maestro

The prowler es el tercer largometraje de los cuatro (dejó el quinto, Stranger in the prowl, inacabado, pues a mitad de rodaje fue citado a comparecer ante la inquisición fascista del Comité de Actividades Antiamericanas y optó por exiliarse a Europa) que el joven Joseph Losey realizó en su país. Y es el que mejor deja entrever los rasgos distintivos de su obra de madurez en el cine británico, que hizo de él uno de los cineastas más famosos del mundo en las tres décadas siguientes.Cuando Losey huyó, el pliego de acusaciones contra él era tan temible, ya desatada en Hollywood la caza de brujas, que de haberse quedado hubiera acabado en una prisión. Se le acusaba de haber formado parte, en 1947, del Marx's Study Group, un vivero del izquierdismo neoyorquino, lo que unido a sus dos viajes a la Unión Soviética, donde estudió teatro y cine, y a su vinculación al dramaturgo comunista (fugado de la Alemania de Hitler) Bertolt Brecht, del que estrenó Galileo Galilei, protagonizado por Charles Laughton, era un equipaje tan comprometido que si se hubiera quedado en Estados Unidos nadie habría dado una mala moneda por su futuro.

The prowler (El merodeador)

Dirección: Joseph Losey. Guión: Dalton Trumbo y Hugo Butler. Fotografia: Arthur Miller. Estados Unidos, 1950. Intérpretes: Van Heflin, Evelyn Keyes. Cine Infantas.

Pero no hace falta escarbar en este estercolero para encontrar las sinrazones por las que la carrera de Losey en Hollywood tenía los días contados. Basta con ver The prowler para deducir que el director del filme -de género policiaco, pero impregnado de un ácido corrosivo que destripa puntos negros en la moral de las clases medias estadounidenses- tenía poco que hacer allí. Antes o después sería amordazado por los guardianes de ese orden al que Losey abría sin piedad en canal. Bajo la aventura de este durísimo y notable filme se esconde un alegato contra un sistema social que, en palabras del propio Losey, "siempre encuentra un precio para la corrupción".

The prowler no ha envejecido. En su tiempo fue un filme audaz por el carácter sistemático de sus planos largos, que Losey prodigaba "para mantener la continuidad de la interpretación", idea que hoy puede parecer de curso legal, pero que entonces era una incursión en terrenos prohibidos de la libertad de creación, pues el plano largo es el que más se resiste a la manipulación, ya que impide la intromisión en él de la censura del productor en la sala de montaje. En el estilo inicial de Losey se percibían ya rasgos que definirían su estilo final, que condujo a obras del calibre y radicalidad de King and country y The servant, dos de los mejores filmes del cine moderno.

Escrita con tinta roja por Trumbo y Butler, interpretada con libertad por Heflin y Keyes, fotografiada con genio por Miller, uno de los magos del blanco y negro, The prowler mantiene su genio en la creación de espacios, su virulenta (y no explícita sino incardinada en la aventura) condición subversiva, que hizo de esta gran e inteligente obra una película semiproscrita. Dentro de ella estaba, como Losey dijo de la obra de Brecht, el ojo del maestro.

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