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Una injusticia fiscal

Un Estado "voraz y omnipresente" enarbola ahora el látigo fiscal para dificultar aún más la presencia de nuestras empresas en igualdad de condiciones con las comunitarias, según el autor. Este afán recaudatorio ha provocado que el crecimiento de la presión fiscal haya duplicado al de los países de la OCDE.

Una inflación de disposiciones fiscales, administrativas, leyes, reglamentos, normativas de recambio y de transición, etcétera, está cayendo como una losa encima de las empresas españolas, y muy especialmente sobre las pequeñas y medianas. Tanto es así, que ahora mismo, en la conciencia colectiva de los pequeños empresarios y de los empresarios autónomos no anida más que la sensación de acoso y asedio, que viene a sumarse, además, a esa misma sensación que como ciudadanos les toca. Las pyme, eso que se ha venido en llamar con todo acierto, aunque sin ningún crédito para las autoridades económicas, el tejido conjuntivo de la economía española, están sufriendo un serio acoso.Un Estado voraz, omnipresente y todopoderoso, que se mete en tu empresa hasta decidir cómo has de resolver los problemas de producción y de mano de obra, enarbola ahora el látigo fiscal para penalizar y dificultar aún más si cabe la presencia de nuestras empresas en igualdad de condiciones con las comunitarias. Este desmedido afán recaudatorio ha provocado que el crecimiento de la presión fiscal en nuestro país haya duplicado al de los países de la OCDE. Nuestras leyes fiscales no priman ni el ahorro ni la inversión de las pyme y en ese enjambre de disposiciones se superponen diferentes impuestos sobre un mismo hecho imponible: inmuebles, dividendos, ganancias de capital y actividades empresariales. Lejos de aproximarnos a los países de la OCDE, donde se practican drásticas reducciones de los tipos impositivos en los impuestos de renta y sociedades, compensadas con una mayor participación de los impuestos indirectos, aquí escalamos los 10 primeros puestos de las naciones con mayor carga fiscal sobre la renta. Mientras países como Estados Unidos, Italia, Reino Unido han situado sus tipos marginales máximos entre el 30%. y el 40%, en España mantenemos un 56%.

Nuestra Hacienda se puede decir que está arrasando nuestro país al utilizar el sistema impositivo como instrumento de incentivación de las pyme, que han demostrado, permanentemente, que son las que mayor capacidad tienen de adaptación a todo tipo de circunstancias, incluida la histórica y profunda de nuestra adhesión al Mercado Común. Las pyme han doblado la inversión de cuatro a ocho billones de pesetas prácticamente desde que España es socio de la Comunidad Europea, y de la misma manera podemos decir que se han creado más de 100.000 empresas, con un crecimiento neto de más de un millón de puestos de trabajo. Es verdad que se han quedado muchas pyme en el camino y serán más las que no podrán resistir el embite del mercado único, pero no es menos cierto que el pequeño empresario español ha demostrado una capacidad para emprender y para desarrollar la actividad empresarial, en estos trascendentales años, más que notable, aunque se nos niegue habitualmente el pan y la sal de reconocimiento público por parte de quienes, desde la prepotencia de la Administración, sólo nos regalan epítetos injuriosos, casi siempre relacionados con el fraude fiscal. Un fraude fiscal contra el que somos los primeros en luchar desde CEPYME.

Desde la responsabilidad empresarial que nos incumbe,queremos, no sólo denunciar esa cadena de atropellos que conforman la actitud de nuestra Hacienda pública con su espíritu recaudador y represor, sino señalar -también cuáles serían los parámetros básicos sobre los que vemos necesaria una auténtica reforma fiscal. Creemos que hay que mantener una presión fiscal constante para afrontar las graves deficiencias estructurales que tiene nuestro país, como sanidad, carreteras, justicia y un largo etcétera.

Un tratamiento favorable para el ahorro y la inversión estable, corregir el tratamiento de las plusvalías, adaptar las cotizaciones empresariales a la Seguridad Social a los niveles medios de otros países, lo cual supondría reducir el tipo actual del 24% al 18%, permitir la actualización de valores de los activos para compensar los efectos de la inflación, evitar la doble y triple imposición sobre un mismo hecho, como decíamos antes, y racionalizar esa selva enmarañada de la legislación fiscal estatal, autonómica y local.

Transparencia fiscal

En una referencia especial a las pyme, tenemos que demandar que se reconozca la transparencia fiscal voluntaria, que se corrija el castigo fiscal en las transmisiones de empresas familiares, que parecen querer acabar con las generaciones venideras de empresarios. Es preciso que se permita la reducción por inversiones y la revalorización de activos patrimoniales sin coste fiscal. Por último, y en un área de actividades que resulta especialmente incisiva con las pyme, es necesario simplificar el régimen de colaboración de los empresarios en la gestión tributaria con la oportuna compensación por los costes que de ello se derivan.

Simplificar es un verbo ignorado totalmente por la Administración pública en Espaifta. Además, cuando el Estado descarga toda su morralla burocrática encima de las pyme, provoca un auténtico colapso en el pequeño empresario. No se da cuenta que en la pyme no hay estructura, como en la gran empresa o en la empresa multinacional, para resolver por vía de la informática o de las técnicas más sofisticadas los problemas de tan ingente y complicado papeleo. Es como otra losa de papel que inunda la empresa y hace que el empresario dedique más tiempo a quitarse de encima esta atosigante presión de Hacienda, de Trabajo, de Industria, del Ayuntamiento, de la Comunidad, de todos, que poner la empresa en funcionamiento, que es lo suyo.

Somos conscientes de la escasa sensibilidad que existe entre nuestras autoridades económicas y laborales, e incluso políticas, sobre el verdadero papel que están jugando las pyme en este momento en España. Sólo con haber intentado aumentar esa sensibilidad hacia nuestros problemas habremos cumplido un poco nuestra responsabilidad y nuestro propósito.

Ángel Panero Flórez es presidente de CEPYME.

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