La pasión de nuestro tiempo es la ambición de poder, piensa Carlos Gurméndez
El filósofo publica 'Crítica de la pasión pura'
La pasión de nuestro tiempo es la ambición de dominio, dinero y poder, según piensa el filósofo Carlos Gurméndez, que con la obra Crítica de la pasión pura (Fondo de Cultura Económica) suma un nuevo eslabón a lo que a su término será una antropología de los sentimientos. Hasta el momento ha publicado El hombre actor de sí mismo, Teoría de los sentimientos y Tratado de las pasiones. Seguirá un tratado de la pasión dialéctica.
La pasión pura sería el impulso dominante que experimenta un hombre hacia algo, aunque al final se convierta en una idea que termina por alienarlo. Si bien la pasión de nuestro tiempo es el afán de dominio, piensa Gurméndez, existe igualmente un gran interés por la pasión amorosa, "un interés como nunca ha existido", a juicio de Gurméndez, ni siquiera en el romanticismo. "Lo que más angustia al joven es la inseguridad", dice. "Al encontrar una respuesta en otro ser, se desangustia, se reafirma. Eso es fundamental. El gran dolor del joven es no saberse. Por eso la experiencia del desamor es para el joven la más terrible de las angustias, el abismo", dice Carlos Gurméndez.En el hombre maduro la pasión es sin embargo más pura, " pues lo que busca es entregar su ser a otro, para lo cual necesita ya ser". Esa es la entrega madura que el poeta Rainer María Rilke llamaba el sacrificio, y que en alemán tiene una palabra particularmente acertada: opfer, que significa donación de sí y a la vez sacrificio.
Como explica Gurméndez en su libro, para Kant no existe la pasión pura más que en el arte, y todas las demás pasiones son impuras, interesadas, codiciosas. Gurméndez considera en cambio que existe una pasión pura, de gran idealidad, que es ese impulso hacia el mundo sin finalidad posesiva. Ese impulso nace del cuerpo, y es él, en tanto que tal, el que origina la pasión pura. En su idealidad estriba su peligro, pues termina por olvidarse del mundo para obsesionarse con una idea. "No hay nada más puro que la pasión impura", especula Gurméndez. "El avaro no piensa más que en la acumulación de dinero. Es un idealista. El resto del mundo no existe".
Unilateral
El problema, como explica Felix Guattarri, es que cada pasión es unilateral y conspira contra la realización del ser. El ser, el hombre, no puede realizarse si se uniteraliza, pues el hombre es una unidad.Discípulo de Manuel García Morente y Xavier Zubiri tras la guerra, Carlos Guerméndez permaneció muchos años en el exilio, donde recibió el magisterio y la influencia de su amigo Bergamín. Residió en Holanda, Francia, Argentina y Uruguay, y colaboró en Revista de Occidente, Insula e Indice y trabajó durante muchos años en el departamento de Opinión de este periódico. Como articulista y crítico de libros su presencia ha sido constante en la Prensa española. Además de las obras citadas, ha escrito Amanecer en Holanda (Estudio sobre Vermeer y Van Gogh); Teoría del humanismo, El secreto de la alienación, y El tiempo y la dialéctica, entre otras. "Mi pasión ha sido la curiosidad", dice Carlos Gurméndez.
Babelia
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