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De héroe a villano

El ministro de las fuerzas armadas cubanas, Raúl Castro, aludió en su declaración ante el tribunal que juzga al general Arnaldo Ochoa a los ribetes políticos en la conducta de éste, al decir que tomaba en ocasiones la pose de "estratega político y militar, salvador de la república e hipercrítico". Su abierto desacuerdo con la dirección de la guerra en Angola fue muy comentado."Ochoa no es un pendejo", advierten quienes conocen la brillante hoja de servicios del general que, en 1978, destacó como eficaz conductor de la guerra de Etiopía contra Somalia.

El general, de 50 años y con tres hijos, es campechano, popular en los cuarteles, y "tiene lo que hay que tener". Comparece ante el tribunal de honor con el uniforme, laureles y estrellas propias de su grado y un aspecto físico cuidado. Su nariz es sobresaliente.

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El general cubano Ochoa, acusado de "alta traición"

Enrolado en el Movimiento Veintiséis de Julio de Fidel Castro contra Batista, Ochoa participó en la lucha de Sierra Maestra desde marzo de 1958, y formó luego parte de la columna de milicianos de Camilo Cienfuegos. Infiltrado en la guerrilla venezolana, que en la década de los sesenta combatió a Rómulo Betancur, el militar ahora procesado pasó a formar parte del Ejército cubano, en cuyo escalafón ascendió con rapidez.

Raúl Castro, que admitió las glorias militares del general, su predicamento entre la tropa y el éxito en los empleos asignados, lo tildó ante el tribunal de vanidoso, superficial, inmaduro y reacio a acatar las órdenes superiores. "Nunca sabíamos cuándo hablaba en serio". En su informe ante el tribunal de honor, el ministro dijo: "Debo admitir con toda franqueza que las señales de violaciones e irregularidades en el desempeño de Ochoa como jefe se mezclaban y confundían con su temperamento y con algunos rasgos particulares de su personalidad, que dificultaban discernir su verdadero pensamiento de las constantes bromas".

El general encausado por narcotráfico, corrupción y contrabando de diamantes y marfil cumplió diversos cometidos en su despacho de La Habana, fundamentalmente relacionados con la colaboración militar entre Cuba y otros países, y a partir de 1983 repartió su tiempo entre Nicaragua y Angola. En este último país permaneció con mando de tropas hasta la reciente firma del acuerdo de paz.

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Ochoa accedió tempranamente al nombramiento de héroe de la república, sostuvo una comunicación fácil y fluida con la dirección política y militar de la revolución, y sus encuentros, oficiales o amistosos, con Raúl Castro, hermano de Fidel, fueron frecuentes. Su detención provocó una auténtica conmoción en los regimientos.

El desenfrenado populismo del general en el segundo trimestre del presente año, después de que la comisión superior de mandos le propusiera para la jefatura de uno de los tres cuerpos de Ejército, fue interpretado en algunos ambientes de La Habana como un propósito político del jefe arrestado por ganarse la simpatía y la lealtad futura de un cualificado grupo de oficiales.

"Cuando aún no había asumido la jefatura del ejército occidental, ya adelantaba su carta de presentación, repartiendo regalos y entregando objetos de valor, por encima de todas las normas establecidas", recriminó Raúl Castro.

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