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Crítica:FESTIVAL DE 'JAZZ' DE NUEVA YORK
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sobre recuerdos y nombres

El concierto dedicado a Benny Goodman brilló en la segunda jornada

ENVIADO ESPECIAL

Pocas cosas importantes deben de pasar en el jazz de hoy, porque los aficionados vivimos de recuerdos. Por eso no es extraño que en el segundo día del Festival de Nueva York el concierto más destacado haya sido un recuerdo, el dedicado a Benny Goodman en el Carnegie Hall.

La verdad es que los nombres de Goodman y el Carnegie Hall están fuertemente unidos desde un concierto de 1938 que el propio Goodman tuvo que recordar varias veces. Por otra parte, siempre es momento de oír Dont be that way, Memories of you, Seven come eleven y otras maravillas del repertorio de las bandas y grupos pequeños que dirigió Benny Goodman.

Se dice en ocasiones que el análisis de un acontecimiento va más allá de los límites de una reseña, pero en este caso ya sobrepasa dichos límites la simple mención de todos los participantes. La banda, elemento esencial, fue la de Loren Schoenberg; es decir, la misma que tocó en el festejo del alcalde Koch. Schoenberg la dirige sin dejar de bailar, con un balanceo como de tentetieso que a los españoles puede recordarnos los movimientos de Javier Gurruchaga. Respecto a los componentes de la formación, sólo hay hueco para señalar a la voluntariosa Barbara Lea, y a Butch Miles, que toca la batena con un estilo la mar de deportivo, como si estuviera machacando un enceste o dándole golpes a un punching ball.

Invitados

Los de la banda cumplieron sin excepción. Entre los invitados, hubo de todo. George Benson, que tocó muchas veces con Benny Goodman, aunque parezca mentira, cuando sigue el modelo guitarrístico de Charlie Christian lo hace con gran respecto por el original. Esto es muy de celebrar porque, como Christian no se cantaba los solos, Benson mantiene la boca cerrada la mayor parte del tiempo, y así nos evitamos el efecto de discusión de comadres que suelen tener sus interpretaciones. Terence Blanchard y Ralph Moore serán todo lo buenos que se quiera, pero poco tenían que ver en la historia: en su primer tema ni siquiera hubo clarinete. Uno de los mejores invitados fue Dick Hyman, que tocó el piano como un catedrático; los aficionados al cine conocerán a Hyman por su inteligente colaboración en varias películas de Woody Allen.Tres invitados hicieron de sí mismos. El histórico saxo alto Toots Mondello tuvo una intervención breve con la orquesta. Joe Newinan puso todas las ganas del mundo, pero no está parameterse en muchas aventuras. Capítulo especial merece Lionel Hampton: conserva todo el swing del mundo y está en una forma increíble. En cuanto salió se hizo el amo. Tocó el vibráfono y la batería, se empeñó en dirigir la orquesta hasta cuando estaba Schoenberg, intervino en todas las presentaciones y no perdonó ni Flying home ni Hamps boogie woogie. El primer tema sí es goodinaniano, pero el segundo no tanto, aunque por lo menos sirvió para que George Wein, organizador del festival, se sumara al jolgorio con un solo de piano bastante simpático.

Los protagonistas de la noche, por lógica, tenían que ser los encargados de hacer el papel de Benny Goodinan. Eran dos y, coincidencia, se llamaban los dos Kenneth. Kenny Davern tocó algo al comienzo de la segunda parte, pero el trabajo principal estuvo a cargo de Ken Peplowski, que tiene nombre de chiste. Lionel Hampton no se privó de hacer uno, pero toca el clarinete formidablemente bien.

Uno nunca puede imaginarse lo que le reserva el destino.Si hace años me hubieran dicho que acabaría sacando en una crónica a un personaje llamado Peplowsk¡, no me lo hubiera podido creer. Aunque, ya que hablamos de nombres, he he mencionado hasta el momento a 18 músicos, un alcalde y un director de cine.

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