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El primer ministro soviético y el ex jefe del KGB se trasladan a Uzbekistán

Pilar Bonet

, El primer ministro soviético, Nikolai Rizhkov, y el ex jefe del Comité Estatal de Seguridad (KGB) Víctor Chebrikov, miembro del Politburó del PCUS y secretario del comité central, se desplazaron ayer desde Moscú hasta Uzbekistán, la república asiática soviética asolada desde principios de mes por masivas revueltas de miles de personas armadas que, de creer las informaciones llegadas a Moscú, se ensañaron en primer lugar con la comunidad de turcos meshjetinos, deportados por Stalin a Asia Central desde Georgia en 1944.

La agencia Tass informó ayer que Rizhkov y Chebrikov se dirigieron a Ferganá, el foco de la violencia iniciada oficialmente con una pelea sobre el precio de unas fresas, con la intención de "examinar sobre el terreno la normalización de la situación". Tashkent, la capital de Uzbekistán, la ciudad más importante de toda el Asia Central soviética, fue cerrada ayer "temporalmente" a los corresponsales extranjeros, según informó un portavoz del Ministerio de Exteriores.La Prensa soviética sigue sin dar una imagen global de los sucesos, pero indica que el elemento islámico tiene una influencia en ellos y que está en marcha una operación masiva para evacuar a los turcos meshjetinos, presa del pánico ante la impotencia de las autoridades uzbekas, que dan unas garantías de seguridad incapaces de cumplir.

El diario Pravda señalaba que unos 2.000 turcos meshjetinos habían sido conducidos el domingo en avión a zonas centrales del país. Varios centenares de turcos meshjetinos se encuentran actualmente en Moscú. Una delegación de este grupo étnico se entrevistó el sábado con el primer ministro Rizhkov, Víctor Chebrikov y el nuevo presidente del Soviet de las Nacionalidades y hasta hace unos días primer secretario de Uzbekistán, Rafik Neshanov. Rizhkov propuso a los turcos meshjetinos desplazarse a zonas centrales de Rusia, manifestó un miembro de esta comunidad según el cual varios grupos habían sido evacuados a las localidades de Kursk y Oreol. El jefe del Partido Comunista de Georgia, Givi Gumbaridze, recibió ayer a una delegación que pidió ser autorizada a regresar a Georgia.

"Los turcos meshjetinos sólo piden volver a sus lugares de origen, ni siquiera piden que les devuelvan sus casas", decía un miembro de esta comunidad según el cual las autoridades georgianas habían adoptado una actitud más hostil hacia el retorno en el curso de los últimos dos años. Gumbaridze, antiguo jefe del Comité de Seguridad del Estado de Georgia, pidió, según la fuente, el plazo de un mes para tomar una decisión sobre el tema. En los campos de refugiados, donde hay por lo menos unas 15.000 personas, las condiciones higiénicas dejan mucho que desear y han cundido las enfermedades infecciosas, señalan fuentes turcas en Moscú.

Estandartes islámicos

La multitud que irrumpió en Kokand el 7 de junio estaba compuesta por unos 5.000 o 6.000 jóvenes de 15 a 20 años que llevaban estandartes verdes islámicos y que atacaron a los refuerzos policiales llegados por la noche con cócteles molotov, objetos afilados y piedras, así como con el lanzamiento de tres coches en marcha y sin conductor sobre los agentes. Según el relato efectuado por el teniente coronel V. Eniagin, la policía no disparó ese día sobre la multitud, que tenía ametralladoras. El día 11, un total de 350 a 400 personas, en camiones y automóviles, intentaron ocupar un campamento de refugiados situado en las montañas al occidente de Kokand. La multitud tuvo que ser disuelta con helicópteros. Pravda informaba de la muerte de dos atacantes uzbekos rechazados a tiros por tropas del Ministerio del Interior durante el ataque.

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El Kremlin tenía conocimiento de la tensión en Uzbekistán mucho antes de que ésta estallara en la forma en que lo ha hecho, señalaban altas fuentes soviéticas, que daban tres razones para la tensión, a saber: la degradada economía de una república dedicada al monocultivo del algodón y con un alto porcentaje de paro, la acción de las mafias locales (relacionadas con el tráfico de narcóticos y poseedoras de contrabando procedentes de Afganistán) y el resurgir del fundamentalismo islámico, ligado a una influencia iraní. Hay quien considera chocante que las matanzas, que se han cobrado un centenar de víctimas, se hayan producido inmediatamente después de que el Parlamento soviético considerara que el Ejército no debe emplearse en cuestiones de orden público. "En una situación como ésta no queda más remedio que echar mano del Ejército", opinaba un turco soviético.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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