Gorbachov, en Alemania
LA VISITA que el presidente de la URSS inicia hoy a la República Federal de Alemania tiene un significado excepcional, no sólo por lo que ambos países representan en Europa, sino por el momento en que tiene lugar. Además de los temas bilaterales, en los que ya se han realizado avances importantes, las conversaciones abordarán el conjunto de problemas entre el Este y el Oeste en general. Y en un clima sin duda positivo: la población de la RFA ha acogido con particular simpatía la nueva política exterior de la URSS. Gorbachov ha logrado aparecer ante el público de la RFA como el gobernante más empeñado en reducir los armamentos, que se hallan en gran parte concentrados en territorio alemán. En cuanto al canciller Kohl, cuyo partido ha sufrido resultado,- catastróficos en las últimas elecciones, cuenta con este viaje para recuperar su quebrantado prestigio.La visita se produce cuando se perfila una perspectiva completamente nueva en la parte oriental de nuestro continente, y cuando la cumbre de la OTAN, gracias a la presión sobre Washington del Gobierno de Bonn, ha adoptado una actitud más abierta con relación a la Unión Soviética. Ello debería permitir progresos sustanciales en materia de desarme convencional; pero no se trata sólo del problema del desarme, por fundamental que éste sea. El conjunto de las relaciones entre el Este y el Oeste, las bases mismas de una estrategia de paz y seguridad, necesita ser revisado a la luz de las repercusiones que la perestroika ha desencadenado en una serie de países. Los propios dirigentes de países del Pacto de Varsovia, como Hungría y Polonia, admiten ya la probabilidad de que se establezcan en ellos, en un plazo no muy lejano, Gobiernos no comunistas. Es un fenómeno que, por su contenido democrático, favorece la distensión, aunque provoque el endurecimiento de sectores comunistas conservadores, que no carecen de fuerza en la propia Unión Soviética.
Kohl y Gorbachov pueden encontrar terrenos de acercamiento sobre todo en los problemas del desarme y de las relaciones económicas. En el primer tema, cabe esperar que la visita sirva para preparar un desarrollo positivo de las negociaciones de Viena. Es un asunto decisivo para los dos lados y para todos los aliados de la OTAN. En la cuestión económica, la RFA es sin duda el país europeo que más puede hacer para impulsar las relaciones con la URSS y otros países del Este, aunque se trata de un problema vital para la CE en su conjunto. No es casual que la URSS, superando su actitud tradicional, haya reconocido recientemente a la CE. El futuro de la perestroika depende en gran medida de que créditos y ayudas occidentales permitan aliviar las tensiones económicas en la etapa más delicada de la transición.
¿Por qué surgen recelos siempre que Bonn y Moscú conversan entre sí? La pregunta no es baladí, ya que el fantasma de un nuevo Rapallo -alejamiento de la RFA de Occidente, hacia la neutralidad y el entendimiento con la URSS- sigue obsesionando a extensos círculos europeos, incluso en esferas gubernamentales. Pero esos temores carecen hoy de fundamento. Por el camino del desarme y de la distensión será posible estrechar y enriquecer las relaciones entre las dos Alemanias. Pero ni la URSS ni nadie con responsabilidad puede pensar hoy en un Estado alemán. Por otra parte, la RFA lleva cuatro décadas firmemente anclada en Europa. No hay contradicción entre ese anclaje y la simpatía por Gorbachov o el deseo de que se acelere el desarme. El peligro de Rapallo sólo podría surgir si Occidente en su conjunto fuese incapaz de adoptar una política inteligente ante las nuevas realidades de Europa del Este.
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