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LA CRISIS CHINA

Centenares de detenidos en Pekín en una purga de "contrarrevolucionarios"

, Más de 400 personas han sido detenidas en las últimas horas en China, principalmente en Pekín, sospechosas de haber participado en los recientes movimientos de protesta, informó anoche la televisión oficial. Los estudiantes, aplastados en Pekín, tratan de mantener viva la rebelión democrática y la resistencia contra Deng y Li Pen en Shanghai.

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A los pies de un gigantesco Mao Zedong sonriente que preside la entrada de la universidad de Fudan, en Shanghai -la segunda más prestigiosa de China, tras la de Pekín-, los estudiantes han montado un enorme altar funerario, donde ciudadanos silenciosos se inclinan en señal de respeto a los caídos por la democratización del país. De los laterales de tela negra cuelgan pompones blancos, símbolo del luto en Oriente, y decenas de flores de papel de colores, enviadas con poemas y dedicatorias a los muertos. El escenario es de un realismo acongojante.Fudan está triste y solitaria. La mayoría de los estudiantes se ha ido para evitar las represalias policiales y la caza de brujas desatada por todo el país. El alcalde de Shanghai, Zhu Rongji, un liberal, se dirigió el jueves por la noche a sus habitantes y les pidió apoyo para acabar con el caos y castigar a los responsables de este.

Sin embargo, a pocos kilómetros, en el corazón de este puerto fluvial de casi 13 millones de habitantes, un grupo de universitarios ha tomado la bandera roja como estandarte y sigue pidiendo libertad y democracia frente a las puertas de las dependencias del Departamento de Seguridad.

Unos altavoces rudimentarios les sirven para hacer llegar su mensaje más allá del cordón policial que los guarda. El tráfico queda interrumpido en esa calle. La policía dialoga con otro grupo que protagoniza una sentada porque no le dejan llegar hasta sus compañeros. Finalmente, el cordón se abre y pasan en finlandia. Reunidos los dos grupos, se les escucha exigir la libertad de seis obreros que el viernes dieron con sus huesos en la cárcel. Los seis detenidos apoyaban el movimiento democrático estudiantil.

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Agentes de paisano inician en China la 'caza de brujas'

Viene de la primera página"Los estudiantes tienen razón. Aquí no hay democracia", dice Liu, el taxista que conduce a esta enviada especial por las calles de Shanghai. Ayer era el primer día de calma tensa que vivía la ciudad desde hace una semana. Durante la noche, los soldados lavaron la cara de Shanghai y retiraron todos los carteles, pero los restos de las barricadas y los destrozos son notorios. Los agentes de seguridad detuvieron a unas 130 personas, entre ellas nueve trabajadores que habían fundado un sindicato independiente y que exigían la caída del Gobierno chino. Sólo algunos cientos de personas se manifestaron ayer en Shanghai.

Hoy finaliza el plazo dado por los universitarios para que el Gobierno dé una respuesta a sus demandas. El ultimátum fue lanzado el viernes en un acto celebrado en la plaza del Pueblo, el centro estratégico de este puerto, al que asistieron varios miles de personas. "Seguro que no van a contestarles", dice Liu. Como Liu opinan todos los que aplauden, y todos parecen temer un nuevo estallido de violencia. Una gran parte no sabe muy bien lo que es democracia, pero en estos días ha aprendido a defenderla.

Por la solitaria Fudan pasean dos estudiantes de Químicas que han preferido quedarse unos días en Shanghai antes de volver a su pueblo. Aseguran que participaron en las primeras manifestaciones, pero que últimamente no. Creen que el asalto de Tiananmen ha sido consecuencia de la falta de diálogo y afirman que las noticias que tienen de lo sucedido se las han dado otros. No han escuchado ninguna emisora internacional y les parece tan posible que haya 1.000 muertos como 7.000.

Fantasma extranjero

La llegada de la periodista al hotel en que se aloja fue una auténtica algarabía. El Jin Jiang, con sus 42 pisos de altura -de los que hasta el momento sólo 22 están abiertos al público-, es un mastodonte vacío. Todos los extranjeros que lo ocupaban han huido, y los recepcionistas no podían creerse que un fantasma extranjero atravesase el umbral con la intención de hospedarse.

"Corre, chica, que quiere cambiar dinero y se te va a olvidar cómo hacerlo", gritaba uno de los recepcionistas a la cajera. "¿Que quiere cenar?, pues claro que le abrimos el restaurante y le ponemos cinco camaremos por cada plato", decía otro.

Detrás de las bromas y las risas se percibía el nerviosismo de unas gentes que quieren avanzar en las reformas económicas que han mejorado sensiblemente su nivel de vida. Nadie sabe muy bien lo que supondrá la nueva -o más bien la vieja reforzada- dirección del país, pero la súbita marcha de los extranjeros después de los años que costó abrirles las puertas profundiza el sentimiento de inseguridad.

La ciudad está llena de proyectos que de repente han quedado interrumpidos. Son consecuencia de las numerosas empresas mixtas establecidas en Shanghai, y sobre las alturas tradicionales de la ciudad ahora se yerguen rascacielos que no se sabe cuándo se finalizarán.

El puñado de extranjeros que queda en Shanghai, en su mayoría periodistas, ha tomado refugio en un hotel construido enteramente con capital nortemericano, porque se considera que a él es más difícil que se atrevan a entrar las tropas. Un periodista británico de la cadena ITN, Independent Television News, fue detenido ayer en Shanghai y expulsado por las autoridades.

Redada en Pekín

En la capital, Pekín, entre los más de 400 detenidos se encuentran algunos líderes estudiantiles y obreros. Desde primeras horas de la madrugada del sábado, funcionarios de la seguridad pública y policía militar comenzaron una vasta redada en universidades y domicilios particulares, en lo que promete ser una auténtica caza de brujas que puede prolongarse durante semanas.

Pekín ha adquirido desde el viernes por la tarde un aspecto tenebroso. Los carros de combate han desaparecido de las calles, pero por cualquier esquina se observa el paso de pequeñas patrullas militares armadas y en algunos lugares hay puestos de control.

Hay un clima de desconfianza y de temor con el extranjero. Todo ciudadano chino que entra en un hotel debe firmar en un registro. En los vestíbulos, en los ascensores, hay rostros que suscitan sospecha. Por todas partes merodean policías vestidos de paisano, que son en realidad quienes en estos momentos han tomado el mando de la operación de normalización ciudadana. En las áreas donde están las universidades se ha establecido un toque de queda desde las once de la noche y se ha advertido que para esa hora todas las luces deben estar apagadas. La universidad de Pekín, la más numerosa de todo el país, está prácticamente despoblada.

Las imágenes mostradas anoche por la televisión eran elocuentes. Varios jóvenes sentados en el suelo, con la cabeza hundida contra el pecho en acto de contrición ideológica. Otros, atadas sus manos a la espalda, caminando con la mirada fija, rodeados de soldados. Entre los capturados figura el jefe de la secretaría de la federación autónoma estudiantil de la capital. Nada se sabe con certeza de la suerte corrida por los dos principales cabecillas del movimiento, los jóvenes Wang Dan y Wuerkaixi. La emisora estadounidense Voz de América afirma que el primero murió el 4 de junio en los disturbios. Sobre el segundo, hay muchos rumores. Algunos aseguran que se habría suicidado después de ser internado en un hospital por una dolencia cardiaca, pero otros creen que ha entrado en la clandestinidad.

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