_
_
_
_
Reportaje:ELECCIONES EUROPEAS

De Cataluña al cielo

Miquel Roca y Carles Gasòliba, en busca del voto del nacionalismo conservador catalán

"Los socialistas hablan de descamisados desde las camisas de seda", ironiza Miquel Roca, secretario general de Convergència Democrática, que desde la posición teórica del medio centro sirve balones al candidato convergente. "Hasta hace sólo cuatro días los socialistas admiraban el modelo social de la Unión Soviética y el modelo caribeño de la sanidad cubana y nicaragüense", remata Gasòliba ante el auditorio que asiste a un acto sectorial sobre sanidad en el Hotel Calderón de Barcelona.El candidato usa un tono didáctico, sirve sus gestos gota a gota y declara ser un europeísta convicto y confeso, pero ni Luis Bassat, el genio publicitario de CiU, puede transformar a una cenicienta de los despachos en hada madrina de los mitines. Gasòliba vende ideología en porciones con denominación de origen seny català, la ponderación más ponderada, con buena entrada en el mercado de las urnas; y, en la campaña, trata de demostrar a los electores que Pujol es el único profeta verdadero del europeísmo en Cataluña y Gasòliba su mensajero.

Más información
Tete y el abuelo alemán

En su recorrido por escenarios casi desiertos, Gasòliba encuentra la ayuda de los camelleros tuareg del partido pero a ninguna multitud de militantes, correligionarios, amigos, conocidos o curiosos que le sirva gasolina para impulsar la máquina electoral. Si alguien soñó con baños de multitudes habrá despertado con la ducha fría de los escenarios vacíos y los discursos en familia, a los que sólo acuden quienes ya tienen firme la fe sobre la buena nueva de "la vía directa a Europa".

Un hombre tranquilo

Es un hombre tranquilo; lee a Böll, Frisch y Magris; escucha a Bach; y navega a la vela a bordo del "Concòrdia", una embarcación pequeña amarrada en el puerto de Palamós. En el cuadrilátero de la campaña actúa como un fino superwelter (menos de 68 kilos) que saca las manos con corrección, uno-dos, izquierda-derecha, y sólo llegan a exasperarle los golpes bajos que atribuye a los socialistas. Llegado el caso, Gasòliba deja de combatir en línea y lanza zarpazos: "Los socialistas" -se refiere al rifirrafe sobre el uso del catalán en Europa- "utilizan la falsedad, el insulto y la mentira".

Con el viento a favor de sondeos de opinión que satisfacen las expectativas electorales de la coalición nacionalista (los más favorables les aumentan en uno sus tres eurodiputados), el candidato va donde le llevan y pone buena cara ante públicos poco numerosos que muestran un entusiasmo bien descriptible. Junta las manos a la espalda, crispa los dedos y salta a los escenarios con la agilidad de un hombre de 44 años que juega al squash y hace gimnasia.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

No conoce ningún chiste de eurodiputados ("Europa es una cosa muy seria") y en su jardín de campaña planta las más típicas flores del discurso europeísta del nacionalismo catalán conservador. "Queremos que Cataluña incida en la vertebración de Europa porque somos 6 millones de los 320 millones de europeos; vamos a Estrasburgo a defender la identidad, la cultura y la lengua catalana y aspiramos a un solo Gobierno y un solo Parlamento que tengan en cuenta la realidad plurinacional de los Estados".

Gasòliba desgrana las cuentas del rosario europeísta convergente y quienes le preceden en mítines y discursos le reciben con una diana floreada de elogios. "Es un político que nunca ha cambiado de camisa", recuerda Josep Maria Cullell, el jefe de la oposición en el Ayuntamiento de Barcelona. "Es el único que encabeza una lista integrada sólo por ciudadanos de Cataluña y que tiene posibilidades de ganar", apunta siempre que puede, y puede muchas veces, Miquel Roca. "Ya ha demostrado ser un luchador y un nacionalista que cree en la integración en Europa", alaba Marta Ferrusola, la esposa del presidente de la Generalitat. Gasòliba, el experto en Economía Industrial, sonríe con media sonrisa y, si la ocasión lo permite, levanta los brazos y hace la V de la victoria con las dos manos.

Aquel día de campaña había amanecido gris plomizo. Amenazaba lluvia y llovió. Las cerezas de Aragón estaban a 350 pesetas el kilo y un Nissan Patrol intentaba levantar los ánimos ante el mercado municipal de Les Corts, ese barrio barcelonés clase media convergente donde vive el candidato. Está preparado para cumplir con el rito de besar niños, abrazar señoras, y estrechar la mano del caballero que la tienda. Cuatro entusiastas mal contados, las cámaras de TV-3, la emisora de la Generalitat, y un periodista siguen la sombra nada alargada del candidato que oficia la ceremonia. Está relajado, viste un traje de verano color gris-azul manto de Virgen, camisa blanca, corbata de rayas discretas, y calza buenos zapatos negros que aportan al atuendo la pequeña frivolidad de unas borlas en forma de campanillas desdentadas.

Un día en el mercado

Es como ver una película ya vista. "Señora" -se dirige a la propietaria de un puesto del mercado-, "con este pescado haríamos un buen arroz a la cazuela, que no es lo mismo que una paella", provocando sonrisas de complicidad. "¿Como va todo?", pregunta ante una carnicería. "Todo funciona y nosotros en casa siempre votarnos a Convergéncia". "Muy bien" -aprueba-, "es el único voto catalán a favor de Europa". Y se va tranquilo.

Sin el permiso del autor del guión, la bolsa de un miembro de la comitiva se rompe y caen al suelo octavillas, pegatinas y caramelos envueltos en papel celofán color azul-europa. El candidato, hombre cortés, ayuda a recoger las muestras de propaganda. "Todo cuesta dinero", dice. "Este Carles es incansable", suspira una militante, y un hombre de la pequeña corte comenta: "Mire, mire, Gasòliba es un político sencillo, templado como los ingleses, los que tienen flema, y no esos bestias de los supporters".

Después de esta misa electoral nada solemne celebrada en el mercado, el candidato está ahí

De Cataluña al cielo

sentado en el asiento delantero de un coche de alquiler, un Renault 25 turbo diesel que conduce un hombre corpulento como un gorila y cortés como un embajador. El candidato está en un barrio de color azulgrana, tan cerca del antiguo campo de Les Corts que Ladislao Kubala dejó pequeño. "Me gusta mucho el fútbol, soy del Barça pero no socio, y creo que los árbitros ayudan demasiado al Madrid".El conductor va despacio y durante el trayecto regula la intensidad del aire acondicionado del coche, no se sabe bien si para conseguir la temperatura más adecuada o para hacer más audible la voz del candidato tranquilo. "Le concedo" -explica Gasòliba- "que el Parlamento Europeo es atípico, pero de broma, nada. Juega ya un importante papel político y, desde la adopción del Acta Única, ha ensanchado sus competencias. Contribuye, además, a formar la opinión pública europea y a impulsar la señas de identidad de la Europa que nos gusta, con libertad, justicia, progreso, respeto a la persona y primacía de la sociedad civil y de la iniciativa privada".

El candidato pide que le lleven a la sede del Patronat Català Pro Europa, en el ensanche barcelonés, patronato cuya secretaría general ocupa, y levanta las críticas de los socialistas que aseguran que Gasòliba, en particular, y Convèrgencia, en general, lo utilizan con fines electorales.

"CiU tiene hoy dos diputados en el Grupo Liberal Demócrata y Reformista, yo mismo y Joaquim Muns, y uno, la señora Concepció Ferrer, en el grupo del Partido Popular Europeo. Esto es lo mejor para Cataluña, porque nos permite tener una mayor fuerza política en Europa, mayor presencia en las Comisiones del Parlamento y un acceso más fácil a distintos partidos y gobiernos. Seguiremos así salvo que, de ser ciertos los sondeos que van saliendo, pasemos de tres a cuatro eurodiputados y, entonces, mantendremos tres en el Grupo Liberal y a la señora Ferrer en el democristiano".

La lista de asistencias

Gasòliba se sentía satisfecho Para acompañarle en el acto sectorial sobre "Europa, formación y trabajo ante las nuevas expectativas industriales" le esperan dos consellers -Macià Alavedra y Josep Laporte-, un artista de prestigio -el pintor Josep Tharrats, número 50 en la candidatu ra convergente-, y un público adicto de caballeros con corbata, señoras elegantes en edad madura y señoritas de buen ver.

La "vía directa a Europa" pasa ese día por los salones Nueva York y París del Expo Hotel de Barcelona, que tienen una capacidad para 97 personas. En el último momento, la afluencia de público obliga a ampliar el aforo con el salón Bruselas. Otros 58 adictos sentados y algunos que deben escuchar en pie. Enmarcados por una escenografía sobria, las banderas de Europa y Cataluña y una pan carta grande con el lema de campaña, el conseller Laporte, que se recupera de una lesión de menisco y gasta muletas, recuerda al respetable: "Los catalanes somos europeos desde hace 1.000 años" y Maciá basa su optimismo en el futuro de Cataluña: "En los ingresos por servicios y la inversión extranjera".

Gasòliba nada tan cómodo como un pez en aguas cálidas y asegura: "Europa está ante una década prodigiosa". "Cataluña crece más que la media europea y, por supuesto, la española. Accederemos, con el Acta Única, al mercado más rico del mundo que, además, tiene la virtud de pagar". Y, con la media sonrisa de los domingos puesta, afirma: "Me gustaría competir con otras listas integradas exclusivamente por ciudadanos de Cataluña, porque si nosotros no impulsamos a Cataluña en Europa nadie lo hará a 600 kilómetros de distancia. Ya lo dijo el presidente Pujol cuando ingresamos en la Comunidad, Cataluña se ha reencontrado con Europa".

El candidato ha conseguido una buena cosecha de aplausos y los asistentes al acto parecen gente feliz que se reconoce a sí misma. Un outsider se acerca a una militante y pregunta: "Señorita, ¿hay lista de asistencias?". Luego, y en voz más baja, añade para su acompañante: "En todos los sitios es lo mismo y si te mueves no sales en la foto". Está contento y sonríe como los chicos cuando hacen picardías.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_