¿Por qué no el tranvía en lugar del automóvil?

Parece que el Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo (MOPU) quiere ampliar a 10 carriles la carretera nacional VI en las proximidades de Madrid; la noticia debe de estar incompleta, porque nada se dice del consiguiente ensanchamiento de las calles que han de absorber los vehículos que entren en Madrid (Princesa y Cea Bermúdez); tampoco se habla de alguna nueva vía de cincunvalación para los vehículos en tránsito, ya que la M-30 está tan al borde del colapso como la mentada N-VI.No es menester hablar de la emisión de gases perniciosos por los tubos de escape ni hacer teorías sobre el individualismo que fomenta el vehículo privado; basta hacer unas cuentas sencillas: un automóvil parado ocupa unos 15 metros cuadrados; en movimiento, a 30 kilómetros por hora, alrededor de 45, y a 40 kilómetros por hora, 65; las calles de una ciudad tienen una superficie limitada, luego si las carreteras traen más vehículos se tiende hacia la inmovilidad, hacia el colapso de las calles. Ampliar una carretera ¡que termina en un semáforo! es, una idea poco brillante; se lleva el problema a otro lugar: las calles de Madrid; es un regalo envenenado para el Ayuntamiento, y por mucho que quieran prometer los candidatos a la alcaldía en cada elección o moción de censura, la superficie asfaltada ha llegado a su límite; dentro del casco consolidado es imposible aumentarla, salvo derribando edificios para ampliar las calles, y hacer esto es romper la ciudad. Como arquitecto, si hay que elegir entre ciudad y automóvil, me quedo con la primera.

La única receta para arreglar el problema sería conseguir que circulen menos coches. Puede emplearse una solución drástica: estropear el semáforo de la en-

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trada para convencer a los automovilistas de la conveniencia de usar el ferrocarril en sus desplazamientos al trabajo, pero pocas ganas tienen de convencer quienes, en vez de construir más vías de cercanías y comprar más material rodante, emplean dinero en hacer más carriles para automóviles (lo que en este caso no va a ser barato, juzgando a ojo lo que pueden costar las expropiaciones).

También podría haber otra posibilidad, con gran poder de convicción y más barata que el ferrocarril: si en vez de los carriles que llaman reversibles se hicieran unas vías de tranvía (naturalmente, con balastro), los automovilistas verían con envidia que los del tranvía les adelantan todas las mañanas. El tranvía necesita menores obras de infraestructura que el ferrocarril, pues puede superar pendientes mayores y circular a la vista. Tampoco necesita estaciones, unos andenes con visera bastan. Con remolque o jardinera tiene mayor capacidad que el autobús y puede circular por los carriles de éste al llegar a las calles. ¿Por qué no el tranvía?- Javier Tobar Larrucea.